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Obra de arte de la semana

El donoso y grande escrutinio

Obra de arte de la semana

Por Baltasar Aguilar Fleitas
Hoy es el Día Internacional del Libro. Se trata de una conmemoración promovida por la UNESCO que se celebra cada 23 de abril a nivel mundial con el objetivo principal de fomentar la lectura. 
El 23 de abril se eligió porque ese día, en 1616, fallecieron Cervantes, Inca Garcilaso de la Vega y Shakespeare. Cervantes en realidad murió el 22, pero fue enterrado el 23. En lo que se refiere a Shakespeare, ese 23 de abril corresponde al calendario juliano vigente en la Inglaterra isabelina.
El libro es una herramienta de educación y cultura pero es algo más: es un amigo silencioso que protege historias, seres y fantasías del olvido de los hombres. Nada más que abrir un libro y ese mundo cobra vida, nos transporta por tiempo y espacio, estimula nuestro intelecto, sentidos y emociones. En una casa no debe haber lugar más acogedor que allí donde se habita con libros.
Jorge Luis Borges dio del libro unas señas de identidad incomparables: “De los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación.”
Según el autor griego Plutarco, Alejandro Magno guardaba una copia de la Ilíada de Homero, anotada por Aristóteles, junto a su daga bajo la almohada, llegando a declarar que la consideraba un perfecto tesoro portátil de toda virtud y conocimiento militar.
La lectura es una actividad solitaria y muchas veces es claro el beneficio que proporciona al lector. Susan Sontag decía: “Leía muchísimo y, en gran parte, bastante mecánicamente. Me gustaba leer como a la gente le gusta ver televisión. Me dormía leyendo. Cuando estoy deprimida, cojo un libro y me siento mejor. Leer es mi entretenimiento, mi consolación, mi pequeño suicidio."
De los cambios que es capaz de provocar la buena lectura nos habla Eduardo Galeano: “Era el medio siglo de la muerte de César Vallejo, y hubo celebraciones. En España, Julio Vélez organizó conferencias, seminarios, ediciones y una exposición que ofrecía imágenes del poeta, su tierra, su tiempo y su gente. Pero en esos días Julio Vélez conoció a José Manuel Castañón y entonces todo homenaje le resultó enano. José Manuel Castañón había sido capitán en la guerra española. Peleando por Franco había perdido una mano y había ganado algunas medallas.
Una noche, poco después de la guerra, el capitán descubrió, por casualidad, un libro prohibido. Se asomó, leyó un verso, leyó dos versos, y ya no pudo desprenderse. El capitán Castañón, héroe del ejército vencedor, pasó toda la noche en vela, atrapado, leyendo y releyendo a César Vallejo, poeta de los vencidos. Y al amanecer de esa noche, renunció al ejército y se negó a cobrar ni una peseta más del gobierno de Franco. 
Después, lo metieron preso; y se fue al exilio”.(Eduardo Galeano. El libro de los abrazos. La función del lector/2).
Pero los libros son peligrosos. Las dictaduras de cualquier signo persiguen a los escritores, y prohíben y hasta queman libros porque transmiten y provocan en los hombres el anhelo de libertad y justicia. Así ocurrió varias veces en la historia. La Inquisición, los nazis y fascistas españoles e italianos, los estalinistas y muchos “defensores de la vida correcta” quemaron libros. Por estos días se recuerda la quema de Tata Vizcacha, un libro del poeta uruguayo Washington Benavides en la plaza de Tacuarembó, en 1955, en plena democracia, por parte de un movimiento de “probada fe democrática”(1).
También la ficción es rica en quema de libros. En 1953 apareció Fahrenheit 451 de Ray Bradbury con su brevísima y contundente frase inicial: “Era un placer quemar”. El objetivo: evitar la “infección del pensamiento“.
Pero quizás la más famosa condena a los libros es la que se relata en el capítulo 6 de la primera parte del Quijote, bajo el título “Del donoso y grande escrutinio que el cura y el barbero hicieron en la librería de nuestro ingenioso hidalgo”. 
“[El cura] pidió las llaves a la sobrina del aposento donde estaban los libros autores del daño […] mandó al barbero que le fuese dando de aquellos libros uno a uno para arrojallos por las ventanas al patio y hacer un montón de ellos y pegarles fuego”.
De este episodio de la inmortal novela de Cervantes da cuenta la obra que presentamos esta semana: El escrutinio, del pintor malagueño José Moreno Carbonero (1858-1942). Este pintor se dedicó especialmente a hacer retratos y a representar temas históricos. Tiene varios cuadros sobre El Quijote. Entre su producción sobre historia hay uno referido a la fundación de Buenos Aires.
El Escrutinio es una excelente pintura en la que se ve al cura que da al ama para tirar y quemar aquellos libros de caballería que se suponían eran la causa de la locura de Alonso Quijano, mientras éste dormía. Los libros son sacados con decisión por la ventana después que han sido clasificados como dañinos. Detrás del cura se ve la imagen de la sobrina.
No creáis que es cosa del pasado. La buena literatura está siendo descartada e incinerada, aunque no con fuego, en este mundo materialista, utilitarista, tecnológico, inmediatista, consumista, violento, apurado, gritón y mediocre que prioriza otros quehaceres diferentes a la lectura. 
Pero, tranquilos: ni la buena literatura ni el buen arte morirán porque el espíritu es incombustible.
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(*) Donoso: gracioso
      Escrutinio: “examen y averiguación exacta y diligente que se hace de algo para formar juicio de ello” (Diccionario de la Real Academia Española).
Historia de un libro quemado. Pablo Benavidez y Fabricio Vomero. Revista Lento. La Diaria, abril 2024, pag 62.
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El escrutinio
1925
Óleo sobre lienzo
152 x 113 cm
Museo de Málaga 

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