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Al 070 del 246

Por Marcelo Estefanell

“Qué sponsor es la muerte”, dijo una vez Horacio “el Corto” Buscaglia con razón. Bien mirado, parece inevitable. Como también resulta difícil sortear la referencias personales al rememorar la figura y la trayectoria de quien acaba de fallecer y con quien compartimos experiencias difíciles, como la cárcel, y otras más gratas como la reunificación del MLN desde el día de la liberación.


Desde aquel lejano día que nos encontramos en el penal de Libertad, todos rapados, afeitados y de mameluco, él con su número 070 en el pecho y en la espalda y yo con mi 246, hasta el 18 de diciembre del año pasado cuando intercambiamos una mirada franca durante el homenaje a “Los Fusilados de Soca, lo recuerdo como un hombre inquieto, curioso, arrojado y, muchas veces, imprudente.


Es evidente que más allá de las discrepancias naturales que tenemos todos, el Flaco Zabalza fue un luchador en el sentido más extenso del término, porque en el acierto o en el error mantuvo un compromiso férreo con una concepción de la política y, en los últimos años, peleó contra el cáncer en todos los planos hasta el último instante.

Hoy, a pocos días de que nos dejara otro compañero incansable y tan diferente al Tambero, como lo fue Eduardo “Bicho” Bonomi, prefiero recordar al Flaco en aquellos trilles en el penal cuando le preguntaba por su vida y disfrutaba escuchándolo sobre su viaje a Israel siendo muy joven, o su trabajo de grumete sobre un crucero en el Mediterráneo, siempre en busca del sentido de la vida. Prefiero recordarlo también haciendo los cuentos sobre Ricardo, el hermano chico, el compañero que dio su vida por una sociedad mejor. Prefiero recordarlo en el primer recreo en el penal cuando se arrimó y me preguntó “¿Y vos quién sos?” Y luego de oír la respuesta inquirió: “Qué sos de Charito”. Primo, le respondí. Y él no pudo disimular un mirada de simpatía. Prefiero recordarlo como aquel día cuando nos juntamos en la cantina de Unión Atlética —bajo la batuta de Carlitos Graña— a comer una buseca con el pretexto de que el Ruso Rosencof cumplía 70 años, y allí se dio la maravilla de estar presentes (menos Raúl Sendic que ya había fallecido) todos quiene sufrieron la condición de rehenes de la dictadura, los sobrevivientes de los pozos, los que le ganaron a la muerte y a los verdugos superando las condiciones más aberrantes que uno pueda imaginarse Por unas horas, aquella fiesta fue completa porque, a veces, es posible dejar de lado las diferencias y, sobre todo, atenuar la veleidad de los hombres.


Prefiero recordarlo con su sonrisa torcida y sus pelos largos, con ese aspecto de tambero hippie aunque nunca haya ordeñado una vaca. Prefiero recordarlo cuando trabajó en una fábrica de cartón en Minas. Prefiero recordarlo de carnicero. Prefiero recordarlo cuando brindábamos por la vida en la terraza de Henry e Igne y le deseábamos feliz cumpleaños al anfitrión. Después de todo, una cosa segura, la memoria puede más, la memoria es vida. Y mientras la tristeza nos envuelve, la alegría nos espera de la mano de las causas justas.

Publicación orignal: 23/02/2022



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