#Arazatí - Cada vez hay menos sitios para localizar una planta potabilizadora sin riesgo sanitario
Entrevista a Aramis Latchinian
Las floraciones de cianobacterias en la costa de Arazatí, donde OSE pretende construir una planta potabilizadora, han despertado temor y cuestionamientos acerca de la viabilidad del proyecto en esa localización. Sobre el tema, entrevistamos a Aramis Latchinian, magíster en Ciencias Ambientales y doctor en Conservación de Recursos naturales.
- ¿La localización es buena o se eligió mal el sitio?
- Sospecho que no seré de mucha utilidad para los lectores de 25siete, no conozco las especificaciones técnicas del proyecto de potabilización de Arazatí y no sé si la localización es buena o es mala. Los estudios de localización de una planta potabilizadora responden a criterios técnicos muy específicos que seguramente los profesionales de OSE han tenido en cuenta. Pero tal vez la pregunta que nos deberíamos hacer es más agresiva aún ¿Existe aún algún sitio en Uruguay en el que sea seguro localizar una planta potabilizadora? Porque la mayoría de los cuerpos de agua dulce de Uruguay presentan floraciones cada vez más frecuentes y con mayor extensión. Cada vez son más escasos los sitios donde se puede instalar una planta potabilizadora sin asumir riesgos significativos para la salud de los usuarios. El problema no es la localización específica sino el modelo de producción agrícola y otras actividades humanas que aportan fertilizantes a todos los cuerpos de agua dulce del país.
¿Y si hay cianobacterias no se puede potabilizar el agua?
El problema es que mientras haya una floración no la podremos potabilizar y el riesgo de presencia de las toxinas que producen puede continuar luego de que la floración termine. Pero antes de avanzar en la respuesta quiero aclarar que no soy un especialista en floraciones algales y que hay varios colegas en la cátedra de Limnología de la Facultad de Ciencias, que sí lo son. Dicho esto, está ampliamente demostrado que las toxinas producidas por estos organismos, las cianotoxinas, pueden causar perjuicios significativos para la salud de las personas, por contacto con la piel y las mucosas, por ingestión, por inhalación. Hay mucha casuística al respecto. La OMS recomienda que la concentración de cianotoxinas en agua que se destinará a consumo humano no supere 1ug/L (microgramo por litro). Usualmente durante una floración de este tipo de cianobacterias, las cianotoxinas en el agua rondan los 100 ug/L, 100 veces más que el límite de OMS. Pero el asunto es mucho más complejo. ¿A partir de cuantas células por mililitro decimos que hay una floración? ¿10.000? ¿100.000?, y ¿Para todas las especies de cianobacterias usamos los mismos límites de concentración (cel/ml)? Definitivamente no. No es un tema administrativo, en biología los temas suelen ser más complejos y multivariados. En Uruguay tenemos la suerte de que existe un equipo de científicos en la Facultad de Ciencias, que desde hace décadas estudia las floraciones algales, y que cuando algún gobierno decida darle al tema un enfoque preventivo, es decir atacar las causas de la sobrefertilización que promueve las floraciones de cianobacterias, tendrá a quienes recurrir. Por el momento, durante una floración no se debe extraer agua para potabilizar. Básicamente porque aún no existen tecnologías suficientemente eficaces para remover cianotoxinas del agua para consumo humano. Estas moléculas tóxicas son muy resistentes a los tratamientos químicos y físicos, incluso térmicos (ni siquiera sirve de mucho hervir el agua). Incluso se ha determinado que cuando se eliminan las algas de un tanque de potabilización (por ejemplo, con sulfato de cobre u otros alguicidas), las cianotoxinas libres en el agua pueden aumentar significativamente. Ante una floración algal, lo único que se puede hacer es esperar que pase. Ante altas concentraciones de cianotoxinas, solo diluir en grandes volúmenes de agua. Operar en ese contexto parece ser altamente riesgoso, aun teniendo las mejores tecnologías disponibles.
- Si tenemos floraciones algales en todos los cuerpos de agua, ¿entonces estamos condenados al envenenamiento?
De ninguna manera. Solo que vivimos en tiempos de inmediatez extrema y aquí los esfuerzos se deben hacer pensando en muy largo plazo. Se puede comenzar a trabajar de inmediato, pensando en el futuro, pero para eso se requiere una visión estratégica, con políticas y planes para conservación de suelos y cuerpos de agua. Y en mi opinión por más que le busquemos la vuelta esas políticas y esos planes implican menos ganancias para los dueños de los cultivos. Y ese es un conflicto en el que el Estado no siempre tiene la fuerza para establecer reglas de juego pensando en el futuro del conjunto de la sociedad. Hace algunos años la Dirección de Recursos Naturales Renovables del MGAP empezó a exigir que los predios de más de 100 Has presentaran un plan de Manejo Sustentable del Suelo. No sé cuántos lo presentaron, y menos cuántos fueron implementados, dudo mucho del control y de la continuidad de esta iniciativa. Ojalá me equivoque porque fue un buen granito de arena. A la pregunta de si estamos condenados a las floraciones tóxicas: si se deja de verter fósforo en exceso, principalmente por un modelo de producción agrícola que ha demostrado ser rentable para sus propietarios, pero insostenible para el conjunto de la sociedad, si se controla la erosión por malas prácticas agrícolas, si se deja de verter aguas cloacales a cursos de agua dulce, la situación mejorará y en algunos años las floraciones serán fenómenos raros con los que conviviremos como siempre. Y antes que lo pregunten les comento que hay suficiente evidencia científica de que las floraciones algales no tienen nada que ver con el cambio climático y son fenómenos locales determinados por el estado de conservación de cada cuenca.
- Pero hay una matriz de opinión fuerte que dice que más allá de la situación del país, el lugar elegido es malo. ¿qué opinás al respecto?
Activamente prefiero no opinar. Hay un fenómeno que la literatura de gestión ambiental ha llamado “Efecto NIMBY” (No En Mi Patio Trasero, por sus siglas en inglés), que consiste en que “No quiero renunciar a los beneficios del proyecto, incluso estoy de acuerdo con el proyecto en sí, pero háganlo en otro sitio, no en mi patio trasero”. El efecto NIMBY es muy frecuente en Uruguay (y no es algo de lo que debamos enorgullecernos). Se lo suele presentar como una especie de empoderamiento de las comunidades locales en defensa de su territorio, pero está más asociado a intereses de políticos locales y a beneficios económicos de actores que nada tienen que ver con las comunidades locales. Rellenos sanitarios para residuos sólidos, explotaciones mineras de hierro, puerto de aguas profundas y el caso más emblemático en nuestra región, las plantas de celulosa. En este caso de la potabilizadora en Arazatí, no es estrictamente esa la paradoja, no son los vecinos quienes reclaman la relocalización, son otros actores sociales que dudan de que en esa localización el proyecto pueda cumplir su finalidad. En otras palabras, el daño temido no es para la comunidad local sino para todos los usuarios del agua potable.
- ¿Estás comparando la planta potabilizadora de Arazití con una planta de celulosa?
- No, comparo el abordaje equivocado de los temas ambientales. Cuando llegó el primer proyecto de planta de celulosa para el río Uruguay hace exactamente veinte años, yo formaba parte de la DINAMA. Recuerdo que nuestra preocupación en ese momento era el aporte de fósforo al río Uruguay que provocarían los efluentes de la planta. Ya en aquel momento preocupaba a los técnicos de DINAMA que la capacidad de carga de fósforo en los cuerpos de agua dulce en Uruguay estaba muy comprometida, el riesgo de eutrofización era alto. Y hace veinte años aún no había ocurrido la explosión agrícola de los años posteriores. No voy a hacer toda la historia del conflicto de las plantas de celulosa, que es un caso de estudio fascinante. A lo que me refiero es a que los presagios apocalípticos (que obviamente eran falsos) y el manejo inmoral de los miedos de la gente, hicieron que hablar de exceso de fósforo fuera una tontería. Limitar los vertidos de fósforo que la planta haría al río Uruguay era más que tibieza en aquella batalla por la vida, era casi ser cómplice de los futuros contaminadores. La construcción de un relato sobre bases falsas en el que la única opción era la relocalización (a ningún lado) impedía discutir los temas concretos y reales que se debían resolver, y que tal vez inviabilizarían la localización prevista, tal vez no. Lo más perverso del efecto NIMBY no es la ineficacia para evaluar y controlar el proyecto al alejarnos de las bases científicas de la gestión ambiental, sino la pérdida de legitimidad de los reclamos locales. Cuando la planta comenzó a operar y los peces siguieron naciendo con una sola cabeza y en Gualeguaychú no murieron envenenados, el control social sobre las siguientes plantas de celulosa fue perdiendo fuerza, hasta llegar a la que se está construyendo sobre el Río Negro, que debió prender todas las alarmas. Una de las plantas de celulosa más grande del mundo verterá sus efluentes en un cuerpo de agua que a diferencia del Río Uruguay, funciona como un lago, que no tiende a diluir sino a concentrar los nutrientes, un cuerpo de agua que ya no tiene más capacidad de carga para aportes de fósforo, que presenta floraciones algales casi todo el año y todavía no recibe los efluentes. El criterio para definir la localización de esa planta de celulosa fue la distancia de las plantaciones de eucaliptus, no se hizo ningún estudio ambiental para definir la localización. ¿Escucharon a alguien alarmado por los riesgos asociados a las toneladas de fósforo que aportarán los efluentes cuando la planta comience a operar? Yo tampoco. Ese es el resultado más perverso del efecto NIMBY, por eso soy cauto a la hora de reclamar la relocalización de un proyecto sin haber estudiado el asunto en profundidad.
- ¿En resumen?
- Yo creo que no hay una respuesta de corto plazo. Porque seguramente cuando se invente una tecnología eficaz para eliminar las cianotoxinas, será otra la manifestación de insostenibilidad: planes de gestión para la conservación de cuencas; planificación y control ambiental de la producción agrícola; tratamiento y disposición adecuada de los efluentes urbanos; mayor respaldo científico en la toma de decisiones ambientales. Hagamos esto y nuestros nietos tendrán un montón de lugares donde poner plantas potabilizadoras.
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