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El Gordo Bolani

Por Roberto Elissalde

Daniel Bolani me ayudó a entender del mundo de una manera que no se imagina. Aprendí la diferencia entre el personaje y la persona, una distinción que me hizo vivir con menos conflictos.


Creo que la primer imagen que tuve del Gordo fue muy mala. Me pareció un bolche malo, un tipo capaz de decir cosas brutales, insensibles, poco racionales a veces. Tal vez me pareció cagón, como a veces me parecía el partido que integraba. Fue capaz de choques con resultado nefasto para él como ser humano, como cuando quiso golpear en lo bajo al Chileno, cuando acusó a quienes promovíamos un viaje de participar del juego del Departamento de Estado con argumentos falsos. O como cuando tuvo que ser el líder de la UJC que quiso secuestrar el aniversario de ASCEEP y FEUU en el Palacio Peñarol y Luis Mardones, parado en una silla le dijo a él que andaba con muletas y a sus camaradas que no entraran en aquella reunión en los vestuarios porque era sólo para la gente bien de la Comisión Asesora Central. Para mí Bolani era un bolche malo.


Sin que fuera casualidad, algunos bolches iban a tomar unas grappas al Bar Rossell, frente al hospital, después de los Federales de Arquitectura. Y otros amigos de diferentes agrupaciones también íbamos. Pero no nos sentábamos juntos: éramos agua y aceite. Pero alguna vez nos tiramos chistes, observaciones de lo que acabábamos de discutir en la reunión. Y ahí descubrí un tipo no sólo inteligente, sino ocurrente. Y con mucha más cancha que yo y algunos de mis amigos.


En el boliche tenía un principio filosófico: no se toma grappa después de la salida del sol. Eso obligaba a apurar los tragos cuando el Federal terminaba temprano. Pero nunca lo vi perdido, siempre en pleno control de lo que decía y hacía.


Y entre esos dichos, entre broma y broma, alguna vez nos animamos a criticarlo por ortodoxo. Y nos aseguró que era un militante orgánico y que si el Partido le pedía que él dijera que Pablo Estramín cantaba bien, él lo hacía. Y que si había que decir que las mejores mujeres del mundo eran las las trabajadoras del koljós soviético, con sus brazos anchos y sus trenzas rubias y sus piernas de maceta, él lo decía. Nos internamos en algunos episodios del pasado reciente, en el conflicto del Palacio Peñarol, en la aparición de la nada de Luiggi Bazzano haciendo un discurso sin permiso, en el fin de la discusión entre legalización/reivindicación de la FEUU y en todos los casos aquel Bolani tuvo una visión más lúcida y más razonable que la que le había tocado representar. Poco a poco fui entendiendo su compromiso por las decisiones de su colectivo (ya había estado preso y lo de ser el líder visible de los comunistas universitarios yo lo imaginaba como una señal de confianza y reconocimiento de sus camaradas) y cómo era capaz de separarlos de su propio punto de vista. Sin derretirse en la organización, pero sin dar ni pistas públicas de su visión personal. Creció mi respeto y también mi admiración por él. Lo vi pocas veces más hasta el surgimiento de Marea, pero siempre lo vi parado en el mismo lugar. Ya había pasado su momento de liderazgo público y se mantenía cerca sin mostrarse. Un ejemplo de humildad sin intención de nada más.


Me convencí que Bolani había sido un bolche bueno. Bueno de verdad porque los choques con otros no los tomaba como personales sino como la exposición frontal de puntos de vista diferentes. Lenin hubiera estado orgulloso de él. Y yo terminé aprendiendo cosas donde no esperaba.


Bolani es el primer muerto de la edad. Tuvimos accidentes, suicidios, enfermedades que se nos llevaron amigos y hermanos. Pero El Gordo Bolani es el primero que se nos va por la edad. Es la señal de que tenemos que aprovechar mucho la vida, que todavía queda.

Publicada: 23/03/2024

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