Calladitas no somos más lindas
Por Gimena Urta
Se acerca un nuevo 8 de marzo, un día para el encuentro y la reivindicación de las luchas y los derechos conquistados por las mujeres en la sociedad. Hace un buen tiempo ya, que queda claro que no es una jornada para el “feliz día”, los bombones y las flores, sino para valorar y reflexionar sobre el camino recorrido, en nuestro país y en el mundo, en la transformación hacia una sociedad donde podamos hacer efectivo el ejercicio de todos nuestros derechos. Sin embargo, esa trayectoria, que nos fortalece y alienta, no puede ocultar una realidad que se sigue manifestando en la vida y las circunstancias del día a día de cada mujer cuando es discriminada, cuando sobre ella se ejerce violencia, cuando en sus hombros cae el peso del cuidado de los otros o en todas las circunstancias que limitan sus derechos y aspiraciones por motivos de su género. Esa realidad se sostiene en una cultura patriarcal y machista dominante cuya transformación, en una sociedad de igualdad efectiva entre hombres y mujeres, es nuestro mayor desafío.
La persistencia de esa cultura dominante se ha revelado de forma clara y dura en el marco de las restricciones y particularidades surgidas de la emergencia sanitaria, en la que hemos vivido desde marzo del año pasado. A eso se suma, escondida detrás de la pandemia, la instauración de una agenda de ajustes económicos, sociales y el debilitamiento del rol del Estado, perseguido por el nuevo gobierno de forma deliberada y consciente. Han sabido aprovechar las circunstancias para manipular los miedos y expectativas presentes en la sociedad, silenciar las críticas, enunciar intenciones y actuar en el sentido contrario, sin que les signifique un mayor costo mantener la actitud que quien poco le importa lo que quede por el camino, con tal de implantar su agenda.
Esta combinación de cultura dominante, emergencia sanitaria y restauración política de los noventa, tiene consecuencias extremadamente graves sobre las mujeres y sus derechos.
Como ejemplo de lo que estamos viviendo, es que un día fuimos ilustradas por nuestro presidente y aprendimos que los feminicidios y las situaciones de violencia y mayor vulnerabilidad de las mujeres expuestas en sus casas durante la cuarentena, eran un efecto colateral, sobre el que aparentemente poco se podía hacer. Tratar la violencia de género como circunstancial y lateral, es toda una definición política que exime de responsabilidades al Estado, sin cuya acción no sería posible eliminar las bases estructurales sobre las que se sostiene. Por eso no es de extrañar, que a la hora de presentar un nuevo presupuesto, no estuviera definido asignar recursos para instalar los juzgados especializados, previstos en la Ley de violencia basada en género. En la misma línea se puede entender la ausencia de medidas concretas que permitan afrontar mejor la situación ante la pérdida del trabajo o en las situaciones de teletrabajo en la casa, la sobrecarga de actividades, el incremento de las tareas no remuneradas y por supuesto la mayor exposición a la violencia con quienes conviven. Ante ninguna de estas circunstancias hay políticas sociales concretas, con enfoque de género, que permitan al menos paliar la situación. Eso contrasta con la eficacia y velocidad con que han sabido mutilar las estructuras de los ministerios y agencias que tenían la capacidad técnica para actuar en este contexto.
Este ocho de marzo entonces nos encontramos frente a la mismas inequidades estructurales, pero agravadas por la acción de un Estado nacional, que en la mejor de las interpretaciones podemos decir que no considera relevante incluir en forma prioritaria y central políticas públicas con el objetivo de superarlas, más allá de las declaraciones y enunciados de buenas intenciones.
Por eso, además del encuentro y la reivindicación del camino recorrido, esta jornada es también un llamado a la movilización y a la acción. Desde hace semanas, organizaciones y colectivos feministas de todos los departamentos del país se preparan en asambleas, reuniones, talleres y otras actividades para manifestarse este lunes. Se ha buscado la forma de hacernos visibles y de estar presentes, por más que esté suspendido nuestro derecho a reunión, que no nos permite manifestarnos libremente, por más absurdo que sea que al mismo tiempo se den cada día, más y más pasos para aumentar la movilidad, que nos obliga a exponer nuestra salud para ir a trabajar, el ocho de marzo estaremos presentes, movilizadas y organizadas para levantar nuestra voz
Es así que la Intersocial Feminista, que aglutina cerca de 30 colectivos, eligió este año manifestarse bajo la consigna “No nos callamos más. Todas las mujeres. En todas las calles”. El conjunto de colectivos feministas también llama a una Huelga Feminista este 8M, para protestar frente al desempleo, tercerización y precarización que “bajo la complicidad del mercado y el Estado” recaen y se profundizan en las mujeres.
En definitiva, este 8 de marzo será un día de lucha, rebeldía y una oportunidad, al igual que el resto de los días del año, para seguir generando conciencia sobre la urgencia del cambio cultural y estructural que nos permita hacer de la igualdad y los derechos conquistados, una realidad a seguir afirmando y ampliando.
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