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Crimen y Covid (versión carioca)

Actualizado: 28 ago 2020

Por Félix Rígoli.

Carta de São Paulo a los uruguayos

Queridos hermanos:


La pandemia de Covid-19 es, como todo desastre, la muestra de todo lo mejor y peor de nuestras sociedades, de cómo nos organizamos para sobrevivir y seguir adelante, individualmente, en nuestros pequeños grupos y en nuestra comunidad. Unas semanas atrás, (https://www.257.uy/post/libertad_y_entropia) comentaba sobre como el gobierno brasileño usaba una sistemática de des-gobernar, de anular activamente los esfuerzos de la sociedad para enfrentar el COVID-19 en forma unida.


Recientemente, una serie de estudios que aparecen minuto a minuto, estudió un caso extremo de este fenómeno en la ciudad más emblemática de Brasil, Río de Janeiro, donde la extrema belleza natural y la extrema desigualdad viven a algunos metros de distancia. Ya hace algún tiempo, los sociólogos de Río vienen estudiando los efectos de una ciudad que ya no está más dividida en ricos y pobres, la favela y asfalto en el lenguaje de las escolas de samba, como antes. Hay, ya aceptados hasta por el instituto de estadísticas oficiales (IBGE) tres regiones: la ciudad “normal” de Río, las regiones gobernadas por el tráfico de drogas y las regiones bajo control de las milicias (divididas más o menos en 60% + 20% +20% respectivamente de los 9 millones de habitantes). El término “milicias” es usado en Brasil para designar un tipo especial de fuerzas organizadas fuera de la ley, originalmente integradas por ex policías o guardias de seguridad que toman el control de regiones mas pobres, inicialmente como forma de protección privada contra el tráfico de drogas. Después de varias décadas degeneró en grupos de control violento de regiones importantes en las cuales son “la ley”, cobrando a los comerciantes y vecinos por todo tipo de servicios, incluyendo transporte, tv por cable, y construyendo edificios de varios pisos que se alquilan fuera de todo régimen legal (y a veces se derrumban, matando a todos sus ocupantes). El fenómeno de las milicias es importante, ya que si bien está bastante restringido a regiones de Rio, es al mismo tiempo el soporte básico de la familia Bolsonaro, y por lo tanto está siendo copiado en otros estados.


Hace pocos días, usando esta división ya aceptada de zonas de ciudad, tráfico y milicia, investigadores de varias universidades de Brasil y España, revisaron las estadísticas de COVID-19 en términos de casos y muertes en las tres regiones y encontraron un fenómeno interesante: utilizando las zonas de ciudad “normal” como parámetro, las regiones controladas por el tráfico de drogas, tuvieron bastante menos de muertes por infecciones respiratorias relacionadas al COVID-19, mientras que en las regiones controladas por milicianos, las muertes por las mismas infecciones respiratorias aumentaron significativamente más que en la “ciudad normal” .


De acuerdo con los testimonios de los vecinos esto se debe a las actitudes opuestas de los lideres de esos grupos ilegales. En la famosa Cidade de Deus los traficantes pasaban por las calles con megáfonos diciendo: “Estamos imponiendo un toque de queda porque nadie se está tomando [el coronavirus] en serio. Es mejor quedarse en casa y tranquilizarse. Atención a este mensaje" al mismo tiempo que imponían el uso de tapabocas en la calle.


Mientras tanto, el dueño de una tienda en un barrio controlado por grupos paramilitares comentaba: “Ellos [los milicianos] están amenazando con matarnos si mantenemos nuestros negocios cerrados”[i], posiblemente porque las milicias cobran, al mas puro estilo de los shoppings y de la mafia siciliana, un porcentaje de lo que entra en caja todos los días. Es también innegable que los milicianos tienen conexiones intimas con el grupo bolsonarista en el poder y difunden su discurso de negación de la pandemia y “seguir su vida” sin cuidarse de la “gripezinha”.


Por otra parte, los traficantes tienen miedo de ellos mismos y sus familias (que, a diferencia de los milicianos, viven en la favela) caer enfermos. El ex ministro de salud, Henrique Mandetta reconoció este hecho e intentó negociar con los traficantes para asegurar la asistencia, poco antes de ser obligado a presentar su renuncia.


Los investigadores del artículo que estoy comentando usan un sistema muy original: consideran los casos y las muertes por Infecciones respiratorias graves (vinculadas a COVID-19) como el resultado de dos tratamientos: 1. Control miliciano y 2. Control por traficantes, comparados con un grupo control: los barrios “normales”. Esto es interesante porque tanto los barrios de milicianos como los de traficantes son grupos de más riesgo para las infecciones respiratorias por la pobreza, hacinamiento y falta de agua potable. Comparando 2019 y 2020, la mortalidad por infecciones respiratorias aumentó mucho en toda la ciudad. Sin embargo, en los barrios controlados por la milicia, las muertes por infección respiratoria aumentaron un 29% más que en los barrios normales, mientras que en las regiones controladas por traficantes las muertes por esta causa subieron un 43% menos que el aumento promedio de los barrios comunes. Vale la pena, para los que tengan interés, revisar los resultados del articulo original aquí (https://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=3678840).

Siguiendo el análisis del artículo anterior, este resultado paradojal en este país de paradojas, revela que, inclusive en casos extremos y fuera de cualquier normalidad, la fuerza de la conducta cohesionada actúa en favor de la salud pública, y como las actitudes negacionistas y el “cada uno por sí mismo” son un factor de muerte y destrucción. Revela además las cadenas de transmisión que conectan la mentalidad de muerte (necro-política) desde el Presidente hasta las más humildes favelas.

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