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Crisis existencial frente a un ropero lleno, ¿te suena?

Actualizado: 27 sept 2020

Por Julia Maciel

Si algunas mañanas mirás el ropero y pensás “no tengo qué ponerme”, no estás solx. Y si te sentís culpable por pensar eso mientras mirás un ropero lleno de ropa, tampoco estás solx. Hay algo de cierto en ambas ideas, y creo que nos pasa a muchxs. Encontrarle respuesta va a requerir lápiz, papel, hacer unas cuentas sencillas, y lo más difícil: honestidad brutal.


A lo largo de los años vamos armando un guardarropas con prendas, zapatos y accesorios que hemos comprado, nos han regalado o hemos heredado, y que en algunos casos seguimos guardando por diferentes motivos aunque ya no los usemos. Esto puede explicar en parte esa idea que nos hace sentir culpables, la del combo ropero lleno/nada qué ponerse, y que veremos puede tener varias causas.


Una explicación para entender este combo que me pareció muy buena, es la que plantean Judie Taggart y Jackie Walker en su libro I don’t have a thing to wear: The Psychology of your Closet” (disponible en Scribd, solo en inglés). Estas autoras proponen hacer una gráfica de torta para analizar las actividades que tenemos en nuestra vida cotidiana. Capaz este año no es el mejor momento para hacer ese análisis, porque quienes tuvimos la suerte de poder trabajar a distancia básicamente usamos pantalones de pijama, pantuflas y alguna camisa prolija por si había que prender la cámara en el Zoom. Pero bueno, podemos armar la gráfica pensando en la vida pre-pandemia.


En mi caso hice una versión simplificada y resumida de la gráfica (y esta vez ni siquiera fue necesario inventar palabras como “pseudomarikondear”), que consiste en calcular por ejemplo, en base a una semana, el tiempo que dedicamos a trabajar, tareas del hogar, actividades de tiempo libre, hacer ejercicio, etc. Un ejemplo de cómo podría quedar la gráfica sería: trabajo 60%, tareas del hogar 20%, ejercicio 10% y tiempo libre 10%. Después de hacer esta gráfica, tenemos que mirar, o mejor dicho enfrentar el ropero y analizar para qué actividades tenemos ropa.


Ahora tenemos que clasificar la ropa en las actividades de nuestra gráfica, que de acuerdo al ejemplo serían: trabajo, tareas del hogar, tiempo libre y ejercicio. No hace falta contar prenda por prenda para calcular porcentajes, basta con mirar las categorías y la ropa que tenemos, y ahí llega el momento voilà! En varios casos vemos que ese ropero lleno tiene mucha ropa destinada a actividades a las que dedicamos poco tiempo, y poca ropa que podríamos usar en aquellas actividades a las que le tenemos que dedicar más tiempo. Un ejemplo claro sería, tener mucha ropa deportiva y poca ropa formal. Si necesito ropa formal para ir a trabajar, mirar todas las mañanas un ropero lleno de ropa deportiva me hace sentir que no tengo qué ponerme y no es un disparate.


Después que la gráfica nos ayudó a confirmar lo obvio, es decir que dedicamos la mayoría de nuestras horas al trabajo, pasemos a analizar la ropa que tenemos. Capaz no es poca, seguramente sea bastante, pero seamos honestxs, ¿cuánta de esa ropa es 100% usable? Con la primera clasificación y ahora con la idea de 100% usable, seguimos achicando los círculos y entendiendo un poquito más por qué sentimos que “no tengo qué ponerme”.


¿Qué entendemos por 100% usable?


Con esta idea nos referimos a la ropa que te podrías poner ahora y salir a la calle, sin vueltas. Ropa que no tiene “peros”. Me encantaba cuando lo compré, pero ahora no es mi talle. Me gusta pero tengo que pegarle un botón que se le salió hace pila y guardé en un cajón (vaya unx a saber cuál cajón). Me gusta pero no me convence del todo cómo me queda.


Otra categoría que nos juega en contra para el combo ropero lleno/nada qué ponerse, son las prendas que siguen en el ropero y por diferentes motivos aún no hemos jubilado(1). Hay diferentes razones por las que demoramos la jubilación de la ropa, y la verdad tampoco somos muy originales en esto, todxs generalmente caemos en las mismas. Puede ser que esa prenda que hace pila no usás y está ahí colgada, tiene valor sentimental, te la regaló alguien que querés y te da cosa sacarla de circulación. Otro motivo común es que fue un gustito caro que te diste y sacarla del ropero te haría sentir que tirás esa plata a la basura porque la usaste una o dos veces nada más (a todxs nos ha pasado, desprenderse de ellas duele un poquito en el bolsillo, pero se aprende de los errores...dicen). También puede ser que te gustó y la compraste aunque no sabés bien cuando la vas a usar. Para mí no tiene nada de malo guardar algunas prendas porque tienen valor sentimental o porque fue un gustito, el tema es si tenemos el ropero lleno de estas categorías y no las usamos nunca. Otro día les cuento opciones que he visto por ahí para reusar prendas y que pueden servirnos para mantener el recuerdo pero sin estar escondidas en un cajón.


Ahora viene el momento de la honestidad brutal. Miremos un poquito en detalle todas las prendas que no son 100% usables. Acumular ropa que no usamos hace que el ropero esté lleno, y a veces hasta desbordado, y capaz no nos deja ver prendas que podríamos estar usando y disfrutando más seguido. Tener el ropero desbordado a mí me abruma un poco, y la ropa amontonada o apretujada se estropea más rápido(2), pensá que si esa prenda te costó horas de trabajo para poder pagarla, está bueno cuidarla y alargar así su vida útil (no me quiero poner en modo Violencia Rivas gritando ¡¡¡este mundo capitalista!!!, pero seamos honestos, si la tuvimos que pagar, nos costó horas de trabajo, pensemos un poquito en cómo gastamos nuestros ingresos).


Siguiendo con la clasificación de la que no está 100% usable, miremos la ropa que necesita un pequeño arreglo. Si nos acordamos en cuál cajón estaba el botón, a pegarlo ya. Si precisa alguna otra modificación, consultá con la modista del barrio, seguramente con un ajuste, esa prenda pase a la categoría de 100% usable.


¿Qué hacemos con la ropa que necesita jubilarse?


La que se guarda por valor sentimental y realmente no usamos, la que compramos hace años y ahora no es nuestro talle, y la que cada tanto nos probamos pero no nos convence como nos queda, pensemos que alguien la puede aprovechar y seguramente se transforme en 100% usable en el ropero de otra persona.


Hay muchas opciones para que se siga aprovechando la ropa que no usamos y está en buen estado. Aunque algunas parezcan obvias, está bueno hacer un repaso: regalársela a algún amigx, donarla a algún grupo que junte ropa para quien la necesite, donarla a algún refugio de animales (muchos hacen ferias americanas y se han transformado en una buena fuente de ingresos), llevarla a alguna tienda second hand (podés ganar algo, y en algunas podes donar la ganancia), venderla en redes sociales (el marketplace de Facebook se mueve pila). Siempre va a ser mejor que la ropa se use y no que esté agarrando olor a guardado o se transforme en alimento de polillas.


Seguramente después de seguir estos pasos bajó la cantidad de ropa en tu ropero, y hasta capaz necesites comprar algo (las opciones del párrafo anterior son buenas para comprar sin alterar tanto tu economía, y además son opciones de consumo sustentable). Lo bueno es que vas a salir a comprar con más información que antes sobre tus preferencias y necesidades, y seguramente lo que compres vaya directo a la categoría 100% usable, y lo mejor de todo, es muy probable que lo uses seguido y lo disfrutes. Y quién te dice, mañana cuando abras el ropero, capaz mirás y encontrás más opciones aunque tengas menos ropa.



  1. Por ahora hablaremos de forma genérica de jubilar las prendas y más adelante veremos las opciones para su destino. Ese destino puede ser: donarla, venderla o, si ya no está en condiciones de ser usada, tirarla.

  2. Esto me lleva a alertar sobre la moda de comprar cajas a lo loco, y del negocio que se armó en base a esa moda, consecuencia del efecto Kondo. Podemos dejar esta alerta para otra columna.

Publicación original: 24/09/2020

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