Diablo negro / Leandro Villar
Por Hugo Rodríguez Almada
La lectura de Diablo negro fue una grata sorpresa. Primero, porque me gusta la novela policial y no conocía al autor. Segundo, porque cuando conocí a Leandro Villar supe que no se trataba de un escritor profesional sino de un profesor de Matemática.
Sea como sea, la historia que relata resulta atrapante por la llaneza de la escritura y su atractiva trama. Para ser novela policial, debía hacerse cargo de algunos lugares comunes —como el investigador en cierto punto anti-héroe, que rompe las reglas y está atravesado por contradicciones y conflictos interiores— los que son casi señas de identidad del género. Diablo negro se hace cargo de esto. Y aunque suene a oxímoron, ese lugar común, del que no podría escapar el protagonista, está resuelto con creatividad, al volcarse sobre un personaje femenino. Porque Carla Negre es en cierto punto una anti-heroína, rompe las reglas, está atravesada por contradicciones y conflictos interiores, pero no puede ser igual a cualquier típico policía rudo o detective privado alcohólico. Y no lo es.
Bajo mi perspectiva personal —que no es la del crítico literario, sino la de quien se dedica a la Medicina Legal— es imposible obviar un comentario sobre un acierto muy particular de la obra. Me refiero a la construcción de ciertos personajes que, como el médico psiquiatra y el forense, parecen estar llamados a iluminar el camino hacia la verdad. Los errores, imprecisiones y sesgos en las afirmaciones de uno y otro, lejos de ser una falla de la novela, son su parte menos ficcional. Porque así es el sistema, que parece necesitar más del visto bueno de un representante de la ciencia, que de la ciencia. Este es otro lugar común que funciona bien el Diablo Negro.
Tal vez, un próximo prologuista ya no escriba que Leandro Villar no es un escritor profesional.
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