El dedo en la llaga
- 25siete
- 22 abr
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Por Baltasar Aguilar Fleitas

Seguimos con los ecos artísticos de la Semana Santa. Hace siete días presentamos una obra de arte que muestra a Cristo resucitado eludiendo a María Magdalena que pretende tocarlo.
Parece que después las cosas ocurrieron más o menos así según el evangelio de San Juan (cita no textual):
María Magdalena dio a los discípulos las nuevas de que había visto al Señor. Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, o sea el domingo (por eso la semana comienza el domingo), estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros. Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor. Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío. Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo.
Pero Tomás, uno de los doce, no estaba con ellos cuando Jesús vino. Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. Él les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré.
Ocho días después, (o sea, sería el próximo fin de semana) estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros.
Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío! Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.
“No seas incrédulo sino creyente” y “Bienaventurados los que no vieron y creyeron”: ¡qué frases para conceptualizar la fe!. Aunque, a mi entender, la más perfecta idea de la fe la da, en el mismo sentido, la propia Biblia en Carta a los Hebreos: “La fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”.
Esta escena tiene varias representaciones en el arte pero la más conocida y tal vez la más espectacular es la de Caravaggio. Sobre el pintor ya hemos hablado . Ahora solo vamos a recordar que Caravaggio fue un pendenciero, un violento que vivió entre borracheras y peleas, e incluso fue condenado a muerte. Era un inmoral. Apareció muerto en una playa de Italia cuando tenia 39 años. ¡Pero qué pintor!
En La duda de Santo Tomás o La incredulidad de Santo Tomas, Caravaggio logra una obra de arte espectacular y fascinante. Fondo oscuro, tenebrista, el foco de luz iluminando lo que hay que ver y las miradas de tres personajes confluyendo en la herida que le provocó a Cristo un soldado romano valiéndose de una lanza cuando ya estaba en la cruz (herida que no se aprecia en el cuadro que vimos la semana pasada donde Cristo resucitado se nos presenta incorpóreo).
En este magnifico cuadro de Caravaggio, Jesús guía a Tomás para que toque y meta la mano en la herida. Surge la pregunta: ¿Tomás carece de fe, es un incrédulo que si no ve, no se convence? Puede ser. Tomás resume con su gesto la tensión entre razón y fe. Es el que aún teniendo fe no renuncia a buscar pruebas y comprender a través de los signos impresos en la materialidad del cuerpo.
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La incredulidad de Santo Tomás (L'Incredulità di san Tommaso)
1602
Óleo
107 x 146 cm
Palacio de Sanssouci, Potsdam, Alemania
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