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El descendimiento de Cristo

Por Baltasar Aguilar Fleitas

Transcurre la semana de turismo o semana santa. Para muchos es un tiempo de descanso, viajes o encuentros familiares.


Para otros, en cambio, posee un significado más trascendente: se recuerda la pasión, muerte y resurrección de Cristo. La palabra pasión está usada aquí como sinónimo de sufrimiento, refiere a un estado afectivo de padecimiento pasivo.


En algún momento de ese periplo, Cristo es bajado de la Cruz para ser sepultado. Y ese momento es el que se representa en este cuadro. Prepárense para ver la que, a mi juicio, es una de las más grandes obras de la historia del arte. El Descendimiento de la Cruz o simplemente El descendimiento es considerada la obra maestra del pintor flamenco Rogier van der Weyden (1400-1464). Es un óleo sobre tabla, pintado probablemente hacia 1435. Mide 220 cm de alto y 262 cm de ancho. Se exhibe en el Museo del Prado de Madrid.


Este cuadro fue realizado por Rogier van der Weyden por encargo. Tuvo un largo trajinar que no es posible detallar aquí. Solo mencionaré que al estallar la guerra civil española en 1936 el gobierno republicano decidió trasladar la pintura por razones de seguridad desde el monasterio del Escorial al Museo del Prado, y ante los bombardeos sobre Madrid, fue llevada temporalmente a Ginebra, junto con las obras maestras del museo. Regresó a España en 1939.


La pintura es la tabla central de un tríptico, cuyas alas laterales han desaparecido. Allí se concentra el dramatismo y sufrimiento que provoca la muerte de Cristo entre los asistentes. Tiene forma rectangular, con una saliente en el centro de la parte superior, en la que se encuentra la cruz y un joven subido a una escalera que ha ayudado a bajar el cadáver.


El cuerpo inerme de Cristo es recibido por José de Arimatea, el personaje de la derecha lujosamente ataviado, propietario del sepulcro en el que será depositado el cuerpo de Jesús, y que lo envuelve en un paño blanco de lino; también es sostenido por el anciano de barba blanca, a la izquierda, llamado Nicodemo, un rico fariseo y considerado como el «principal entre los judíos».


Las dos figuras centrales de esta obra son Jesús, representado como un cuerpo pálido e inerte, y María, que ha sufrido un desmayo, vestida con un ropaje azul, y sostenida por San Juan, a su derecha. La mano de María casi toca una calavera que está en el suelo. Obsérvese que los cuerpos de Jesús y de María tienen una posición paralela. O, dicho de otro modo, María repite la caída de su hijo, expresión pictórica de la idea de compasión, “padecer con”. Detrás de María están María Cleofas que llora tapándose parcialmente la cara, y María Salomé.


La escena queda como encerrada en un paréntesis formado por San Juan, vestido de rojo, a la izquierda, y María Magdalena que llora desconsoladamente apoyada en una posición incómoda, a la derecha.


Esta obra tiene varios detalles impresionantes. Uno de ellos es la forma en que se las ingenia Rogier van der Weyden para ubicar en ese espacio a diez personajes con apariencia de esculturas y cada uno expresando sus sentimientos ante el acontecimiento. El otro atractivo notable de esta pintura que por sí solo habla de la maestría del artista, es el increíble realismo del llanto y la imagen de las lágrimas que inundan los ojos de los personajes y se deslizan por sus rostros. Claro que para ver eso tienen que ampliar la imagen. Inténtenlo y se sorprenderán. Hay obras de arte que valen por su grandeza, originalidad, belleza o por el mensaje que transmiten. Otras son valiosas por un detalle, uno solo a veces, donde se concentra el genio o la ocurrencia de un artista. Esta obra es superior en todo eso.

Publicada: 04/04/2023


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