El teléfono negro
Por Martín Coitinho
El terror es uno de los géneros más despreciados del cine. Eso lo emparenta a la comedia, y en parte las razones son similares.
Por un lado, el miedo (así como la risa) son reacciones personales. No a todos nos asusta lo mismo, no todos sentimos miedo de las mismas cosas. Esto hace que las películas de terror tiendan a dividir a las audiencias.
Asimismo, hay algunos trucos que sirven de muletas para el terror. Un claro ejemplo son los “saltos”, esos momentos en los que aparece de pronto una imagen shockeante, en general acompañada de una música estridente, que nos hace saltar del asiento. Ahí sí muchas veces se consigue asustar a un auditorio, pero eso es simplemente un reflejo, y si no se sustenta en nada más, es solo eso que decíamos, un truco, algo carente de valor narrativo.
“El teléfono negro” logra no caer en eso. Sí, tiene algunos saltos (recuerdo inmediatamente tres momentos) pero no son la esencia del relato. En el fondo hay mucho más.
Es cierto que se trata de un híbrido, un thriller con elementos sobrenaturales, y está construido sobre la base de actuaciones estupendas de los dos niños protagonistas y el villano, y de un clima constante de tensión y ansiedad.
Porque, como decía Hitchcock, la diferencia entre la sorpresa y el suspenso es la de una bomba explotando o el público sabiendo que hay una bomba y la expectativa de cuándo va a estallar.
Aquí cada pequeña aventura de Finney, el protagonista (el joven Mason Thames, de muy buen trabajo) para escapar a su captor (Ethan Hawke, irreconocible y fantástico) es demoledora en cuando a generar suspenso y angustia.
Párrafo aparte merece Madeleine McGraw, quien interpreta a la hermana de Finney, y se roba la película en cada escena en que aparece.
El escritor y director Scott Derrickson, junto a su coescritor C. Robert Cargill han trabajado juntos en proyectos de terror previos e incluso en la primera entrega de “Doctor Strange”. Aquí nos presentan un relato de crecimiento de esos niños protagonistas, en la que el suspenso y el terror son los catalizadores, sí, pero accesorios a ese proceso. Es terror con un propósito, con una historia que contar.
Excelentes actuaciones, personajes bien definidos y tridimensionales, una ambientación muy buena, una atmósfera inquietante y angustiante, una muy buena banda sonora y la dosis justa de saltos y momentos para taparse los ojos, hacen de “El teléfono negro” una muy buena película de terror, o mejor aún, una muy buena película. Punto.
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