En memoria de Rodrigo Núñez y Rodrigo Barrios
Por Hugo Rodríguez
“No sé por qué quiero que un equipo le gane a otro. Es absurdo, es ilógico, pero me pasa. No lo voy a reprimir ni a negar”. La afirmación de Sebastián Wainraich me representa.
Para muchas personas, entre las que me siento incluido, la calidad de ser hincha es una parte importante de la identidad. El rasgo identitario de hincha necesita —también— identificar al otro. Cuanto más afirma su identidad el hincha, tanto más construye su propia otredad. Para nosotros, los hinchas, no puede haber identidad auténtica sin identificar el nosotros y el ellos.
La identidad del hincha es colectiva por naturaleza. Es el lugar de encuentro de nosotros. Y de desencuentro con ellos, que es una forma de encuentro. Todo transcurre siempre en forma apasionadamente lúdica, a veces épica.
Tan críptico como certero fue Eduardo Darnauchans —entre las nieblas y neblinas de sus propios cigarrillos— cuando me dijo: “doctor, lo importante es pertenecer”. No hablábamos de fútbol ni de básquetbol, sino de otras identidades, pero la colgó del ángulo, todo piola.
A veces pasan cosas que desgarran el mundo: un terremoto, una guerra, una dictadura, una pandemia, el asesinato de dos liceales por nada. No es el fin del juego, pero ya nada queda igual y una cicatriz perenne se instala en el paisaje principal. Nos recuerda lo que no debió ser, lo que no queremos que sea. Nunca más.
El 8 de mayo de 2009 una pandilla de desclasados se metió en un lugar que no era el suyo con puñales y revólveres. Y ocurrió el infame homicidio de dos liceales hinchas de Aguada: Rodrigo Núñez y Rodrigo Barrios, hijos de trabajadores, vecinos del barrio que también les agregaba identidad.
No es que nos pareció, sino que de verdad se cayó el mundo. Y en ese minuto, fuera del club, pasó que cientos de hinchas nos manifestamos, nos abrazamos al otro, a ellos, que también lloraban luciendo con orgullo odiadas camisetas. Y en ese minuto, dentro del club, las niñas de Aguada dijeron lo que tenían que decir.
Comments