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"Glass Onion" y la misantropía

Por Martín Coitinho

Lo bueno de la conversación en internet, de la que estoy tratando aún de hacerlos participantes, es el intercambio de opiniones y visiones, la complementariedad, el encontrar otros puntos de vista. En el caso del arte (o las expresiones artísticas), lo más interesante es que muchas ideas hasta contradictorias pueden convivir, porque la subjetividad (cuando no es usada como escudo vacío para defender cualquier cosa), hace a la cuestión discutible.


Luego de mi columna, incluso antes, de “Glass Onion”, me encontré con varias opiniones en contra. Y una de las críticas más fuertes que vi es la del desprecio a los personajes. Realmente, es difícil encontrar un personaje en la película con el que Rian Johnson empatice.


Y no es nuevo, “Knives Out” ya tenía algo de eso. Fuera del personaje de Ana de Armas y del detective Benoit Blanc, la película trataba con frialdad (cuando no crueldad) a personajes que, a diferencia de los de “Glass Onion”, por lo menos se creían buenos. Había, sin dudas, una gran crítica a un liberalismo (en el sentido estadounidense) performativo y vacío, pero por lo menos no eran “villanos.


“Glass Onion”, como dijimos, no es tan generosa. Nadie es bueno… ok, Benoit Blanc y otro personaje que no vamos a spoilear (perdón el neologismo) QUIZÁS lo sea. Pero los demás son versiones horribles de “personajes” mediáticos que vemos día a día. Y lo peor es que quizás no sean tan exagerados.


Hablé de sátira social, y me reafirmo. Pero también entiendo que puede todo esto ser un límite a la identificación, y que, asimismo, la falta de personajes con los que empatizar puede ser un problema.


Las historias contadas desde el desprecio, desde la misantropía, son un problema. Hay procesos históricos en los que ni vamos a entrar (la tragedia griega está bañada por el hýbris, por personajes que se creen superiores a los dioses y los destinos, y son manipulados por estos).


Más recientemente, está mi “pelea” con Iñárritu, director a quien encuentro incapaz de querer a sus personajes, ya sea haciéndolos horribles personas, o haciéndoles pasar las peores situaciones posibles. Este desprecio por ellos es, para mí, un hándicap de un director talentoso.


¿Por dónde se entra en una historia sin héroes, sin centro moral, sin un mínimo de optimismo?


Pocos lo han logrado. Se me ocurre Kubrick (quizás uno de los directores más fríos), que logró con “Dr. Insólito” hacer una comedia llena de gente horrible que nos lleva al fin del mundo. Claro, estaba no solo él, sino Peter Sellers. Unos hombros gigantes sobre los que apoyarse y sin cuya presencia nada tendría sentido.


A Spielberg se lo ha criticado históricamente por su sentimentalismo, por lo que llaman “manipulación” (como si existiera el cine sin ella). Tanto Claude Lanzmann, el director de “Shoah”, como Terry Gilliam, le pegaron por hacer “Schindler’s List” algo “sentimental”, como si la emoción y conexión emocional con una persona relativizara el resto del holocausto.


Despreciar a los personajes no es una virtud. El “detachment” no es, más que para los estudiantes en etapa intelectualoide, algo a lo que aspirar.


Esa sensación de que no puede haber centros morales, de que todo debe ser juzgado, es antitética con el cine.


Basta pensar en Tom Hanks. Ahora se me viene a la mente “Puente de espías”. Allí, su personaje busca lo justo, incluso cuando es acusado de querer ayudar a un “traidor” (no puede ser traidor quien nunca fue auténticamente americano, señala Tom, con razón). Pero incluso más allá del personaje/la persona está la idea. La idea de que se puede aspirar a un poco de justicia y no estar sometido al capricho de los dioses (o los directores maniqueos con sus piolines).


Al final del día es perfectamente aceptable (aunque hayan quienes quieren bajarle el valor) contar una historia moral, tener personajes queribles, desearles lo mejor (aunque sepamos que, por el simple hecho del nudo dramático vayan a tener que sufrir). No solo eso, diría que es deseable, porque el cine, como todo otro arte, puede ayudarnos a cumplir un función de faro moral (sin didactismos ni facilismos, no estamos abogando por el “cine de mensaje”).


No me gusta menos “Glass Onion” que hace una semana, pero creo que entiendo un poco más por qué a otros les desagrada. Y les recuerdo que, aunque en “Asesinato en el Orient Express” eran TODOS culpables, Agatha Christie se aseguró de que sean todos también empáticos y víctimas.


Se puede.

Publicada: 17/01/2023

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