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Jodidamente globalizados

por Valentina Viettro

Son las dos de la tarde, bajo los espejos que componen el techo del Viejo Puerto, acostumbrado a proteger a los turistas del sol marsellés, las pancartas se duplican por centenas.


Puntuales a la cita, miles de manifestantes esperan el comienzo del cortejo. Apagados por el sonido de una fanfarria que lucha contra la música de una batucada, chico, repique y piano se hacen lugar confirmando el mito de que nunca falta un uruguayo, pese a la escasa cantidad que habita este mundo. Enmascarados pero juntos, miles de personas comienzan a llegar, sindicatos obreros, sindicatos de la salud, sindicatos de la educación, estudiantes desde la más joven edad, colectivos feministas, anarquistas e integrantes de distintos sectores de la izquierda francesa, así como asociaciones de jubilados y militantes de pie toman las calles. Varios integrantes del nuevo gobierno local, opositores a Emmanuel Macron, acompañan la marcha.


La presencia policial es fuerte y se hace notar desde varias cuadras antes de llegar al punto de salida. La cantidad, el tipo de camiones y el armamento expuesto intimidan pero no guardan una relación directamente proporcional a la represión que las fuerzas del orden demostrarán al final del día.


Mientras desde hace semanas en el parlamento se discute la adopción de la Ley de Seguridad Global, discusión que está fundamentalmente centrada en el artículo 21, que habilitará la transmisión en directo de imágenes filmadas por las cámaras controladas por la policía y la gendarmería que transmitirán a un centro de mando, facilitando así el análisis automatizado, como el reconocimiento facial. El artículo 22, que autoriza a la policía a vigilar ciudades, calles y manifestaciones con drones. Y el contestado artículo 24, que prohíbe denunciar la violencia policial.


Las calles se llenan de pancartas donde se puede leer: “¿Quién nos protege de la Policía?”, “Policía por todos lados, Justicia en ninguna parte”, “Nuestros videos, vuestras mentiras”, “No los dejaremos de filmar”. El artículo 24, sin ser el único, se ha vuelto el punto emblema de la lucha por la libertad. Si bien esto no es lo único que ha hecho calentar el termómetro de la lucha social, es innegable que la mala gestión de la crisis de la COVID-19, al incremento de un millón de pobres en el país, a la cadena de recortes en la educación y a una situación de confinamiento prolongado y plagado de contradicciones, hacen de la actualidad francesa un caldo a punto de hacer explotar la olla, no será de amor que París llenará las plazas.


¿Pero por qué tanto ruido y poca represión?, se preguntan varios. Desde París, un colega nos escribe para decirnos que a pesar de algunos enfrentamientos la jornada estuvo bastante calma. Si bien las pantallas apuntan a las barricadas, más de ciento cincuenta mil personas salieron a la calle en el territorio francés (según los organizadores, quinientos mil), pocos fueron los negocios de comida rápida destruidos y bastantes menos los manifestantes heridos en comparación a las batallas campales que se dieron cita en las protestas llevadas adelante por los chalecos amarillos donde la lluvia de golpes y granadas estuvieron a la orden del día.


Nada parece casual, y pareciera que Gérald Darmanin, Ministro del Interior, acusado de violación y excusado por el Presidente de la República como un “error de juventud” y el mismísmo señor Macrón han dado la orden a policías y gendarmes de apretar los dientes y soportar a las hordas que en setenta ciudades del país protestan al grito de : “todo el mundo detesta a la Policía”. La pregunta es, ¿por qué? Y la respuesta parece bastante simple, hay al menos tres hechos que nos ayudarán a entender la situación del ministro protegido de Macrón, que el lunes debe comparecer ante la Asamblea General. El primer hecho tuvo lugar en la Plaza de la República parisina una semana atrás, cuando quinientas carpas de camping fueron desplegadas por familias de refugiados y asociaciones. La acción que buscaba visibilizar la situación que viven los refugiados, quienes, entre otras cosas luchan contra la entrada del invierno bajo los puentes de la ciudad luz, tuvo como respuesta la llegada de varios comandos de gendarmes que rechazaron toda negociación y despejaron la plaza en menos de una hora abriéndose paso a matraca y gas. Esta muestra de total antipatía con la situación que están viviendo miles de personas totalmente precarizadas desde la instalación del confinamiento, con una burocracia enlentecida y una pobreza acentuada, no fue el único hecho que calentó la semana. A este le sigue, la difusión de un video que muestra una brutal golpiza a un hombre afrodescendiente. La víctima es Michel Zecler, un productor de música de París, quien habría sido controlado por no portar máscara (falta que tiene como consecuencia una multa de 135 euros) y por tener olor a marihuana, según afirmaron los agentes implicados. Zecler publicó el pasado jueves un video que muestra cómo tres policías lo golpean en su estudio mientras que un cuarto entra y tira una granada lacrimógena al lado del hombre agredido que sangra en el suelo. Los gritos de “negro sucio” se dieron cita en el lugar y fueron confirmados por diferentes testigos. Además, la Justicia requisó las imágenes de las cámaras de seguridad que confirman e incluso agravan la denuncia presentada. Los cuatro integrantes de las fuerzas del orden están detenidos y se espera que sean procesados a la brevedad. Esta serie de hechos aparentemente aislados están unidos por el fortalecimiento de las fuerzas represivas del país, la ruptura del contrato social que tanto preocupa a los franceses y un racismo instaurado en un país fuertemente colonialista que no ha querido superar.


Escribo esto horas antes de que el ministro se presente ante la Asamblea, mientras él debe estar en su casa, entre llamadas preparando su defensa y Emmanuel viendo como sus propios votantes se suman a las protestas y cómo ese artículo que obtuvo el apoyo en la Cámara de Diputados vuelve a revisión, (porque este gobierno no aguanta más crisis políticas). El sitio de noticias Mediapart publica un nuevo video que muestra cómo la Policía reprime a seis jóvenes en un control de rutina llegando al punto de sacar el arma y tirar dos veces al lado de la cabeza del conductor. La Justicia archivó el caso aludiendo a legítima defensa. Casi en simultáneo, Reporteros Sin Fronteras, hace conocer la declaración de Ameer al Halbi periodista sirio refugiado en Francia, corresponsal de la ONG y colaborador de Polka Magazine y de AFP, gravemente agredido al final de las protestas en la plaza de la Bastilla, mientras tomaba fotos recostado contra una pared e intentaba protegerse al grito de “prensa, prensa”, hecho que no impidió los golpes que le deformaron la cara y le quebraron la nariz. La asociación militante, La Quadrature du Net que tiene como objetivo promover y defender las libertades fundamentales en el entorno digital, denunció que esta nueva ley crea el marco jurídico para “llevar la vigilancia a una nueva era: la de la multiplicación de los dispositivos de captación de imágenes (cámaras fijas, cámaras en los uniformes, cámaras en el cielo), de su travesía para cubrir todas nuestras ciudades (espacios públicos o privados) y de su análisis masivo por medio de algoritmos, teniendo en cuenta el reconocimiento facial.” Algo que gracias a la instalación de la tecnología 5G será posible llevar a la práctica.


El renovado Estado de Urgencia se disfraza de escudo antiterrorista y flamea más alto que la libertad, igualdad y fraternidad de la bandera.

Publicación original: 01/12/2020

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