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«Kentukis», de Samanta Schweblin

Por Inés Nogueiras

En un mundo en el que la tecnología y los medios sociales han emborronado las fronteras de la privacidad, Samanta Schweblin nos invita a dar un paso más allá con los “kentukis” de su magnífica novela. Se los podría describir como una evolución de aquel tamagotchi que irrumpió en los años noventa pidiéndonos comida y cuidados virtuales so pena de “morir” en nuestras manos. Solo que los kentukis son un poco —bastante— más siniestros.


Se trata de un dispositivo con forma de animal de peluche que se mueve con autonomía por el hogar (con un sistema similar a las aspiradoras robot), cuyos ojos son cámaras que registran todo. Lo siniestro es que estos kentukis son activados y controlados por una persona totalmente desconocida, que la casualidad quiso que adquiriera —vaya uno a saber en qué parte del planeta— una tarjeta de acceso a ese muñeco en particular. Entonces la dinámica social a escala global se reparte en dos opciones: ser dueño de una “mascota” que le permite a un extraño observar toda tu vida o adquirir un acceso a la mascota de algún extraño. Ver o ser visto, esa es la cuestión.


El gran acierto de Schweblin es haber imaginado esta premisa, porque a partir de ella se abre un abanico de temas muy diversos: la comunicación e incomunicación, la soledad compartida, las oportunidades de negocio, los delitos, el vínculo tóxico, la empatía... Muchos de estos temas aparecen en su novela, ya sea como brevísimas historias —casi viñetas— o como arcos narrativos que se desarrollan a lo largo del libro, pero otros muchos se activan a la medida de la imaginación del lector. Además de una buena historia, «Kentukis» es buena materia prima para despertar debates infinitos.


Sobre el libro:

Publicación original: 06/07/2021

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