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La bellísima tristeza del otoño

Por Baltasar Aguilar Fleitas

Desde hace unas horas estamos en otoño.


Es una estación que tiene una injusta fama de ser triste. Es cierto que disminuye la luminosidad y el calor, aparecen los primeros fríos y los árboles se desnudan. Es cierto que la naturaleza se aquieta cerrando el ciclo iniciado con la prestigiosa primavera.


Sin embargo, esa tristeza ambiental puede trasmutarse en belleza y sustancialidad mediante una demorada contemplación.


Jorge Luis Borges incluye al otoño en la categoría de cosas trascendentes al tratar de definir la poesía. En un reportaje realizado al gran escritor argentino se lee:


Alifano: Borges, ¿qué es para usted la poesía? ¿Cómo la definiría?


Borges: Creo que la poesía es algo tan íntimo, algo tan esencial que no puede ser definido sin diluirse. Sería como tratar de definir el color amarillo, el amor, la caída de las hojas en el otoño… Yo no sé cómo podemos definir las cosas esenciales.

(En Roberto Alifano: Conversaciones con Borges. Buenos Aires, Editorial Atlántida, 1984).


Por su parte el pintor francés impresionista Claude Monet, del que ya vimos en esta serie el cuadro Impresión sol naciente, pintó varios paisajes al aire libre con los álamos como protagonistas. La historia de estos árboles de una zona de Francia cercana a su domicilio es muy interesante y hasta conmovedora: enterado Monet de que se había decidido talarlos y subastarlos, se comprometió a pagar cierta cantidad de dinero para que los árboles permanecieran en pie el tiempo necesario para pintarlos. Y así lo hizo durante varias semanas del verano y otoño de 1891, temporada durante la que captó los cambios producidos por las distintas intensidades de luz. ¡Qué sensibilidad! Desde que conocí esta historia no puedo evitar que se me atropelle en la memoria al comprobar el desdén y la brutalidad con que frecuentemente se tratan por estos lares las cosas que se decide desmontar. Debería llamarse, previamente a ejecutar la orden de destrucción, a un encuentro de fotógrafos y plásticos para que inmortalizaran eso que el mal entendido progreso barre con tanto descuido. Por ejemplo, y puedo citar otros, los barcos viejos de la bahía de Montevideo que recientemente fueron sacados de ese lugar… O las vistas que aún se pueden registrar, aunque deterioradas y por poco tiempo más, desde el viejo Parque Capurro…


Pero volvamos al otoño representado por este gran pintor francés. Allí están esos tres árboles, desarropados, en medio de otros, pobres de hojas amarillas, reflejados en toda su desnudez en un pequeño curso de agua teñido de oro y ocre. ¿No es bello?


¿No es bello ralentizar el paso, desobedecer la prisa cotidiana que nos imponen las masas, y hacernos un tiempo para viajar por el campo o pasear por los parques citadinos, y percibir la belleza variopinta de los tonos cálidos de las hojas que por imperio de la biología han tenido que renunciar a las alturas de los árboles y yacen, crujientes, a nuestros pies?


El cuadro de esta semana se llama Tres álamos en otoño. Pintado en 1891: óleo sobre lienzo; 92 cm x 73 cm; está en el Museo de Arte de Filadelfia, colección Chester Dale.


Quizás cambie nuestra mirada sobre la recién llegada estación esta exquisita frase de Albert Camus: “El otoño es una segunda primavera, donde cada hoja es una flor”.

Publicada: 21/03/2023



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