La fuerza del rojo
Por Baltasar Aguilar Fleitas
Disfrutar del arte es una experiencia singular, un acercamiento vivencial a una obra, un “privilegio de la vista” como decía el poeta mexicano Octavio Paz.
Unos cuadros convocan nuestra atención por su dimensión, otros por la escena en sí, algunos porque conocemos al autor y nos despierta curiosidad…y hay pinturas que nos capturan por el color. Es lo que pasa con la obra que veremos hoy: La habitación roja, del pintor francés Henri Matisse.
Reitero lo que he manifestado en otras oportunidades: lo primero debería ser el disfrute global de la obra. Dejarse impresionar. Después viene todo lo demás: ese caudal de conocimientos necesario para aprehender mejor una pintura, escultura, etc. como la biografía del autor, la corriente a la que se le vincula, el momento histórico y el lugar en que practicó su arte.
Lo que impresiona de La habitación roja es, precisamente, el predominio del color rojo. La historiadora del arte uruguaya Gabriela Balkey nos dice que la palabra “color” con la que se designa lo que hoy entendemos como tal, apareció en la civilización occidental recién en el año 1000 dC. (1)
Entre los colores, el rojo tiene su prestigio y su historia. Fue el primer color utilizado por el hombre para pintar, como se ve en el arte rupestre, y para teñir. Es un color llamativo, tiene “fuerza” y un poderoso y contradictorio simbolismo: el rojo se relaciona con el fuego (más que con la llama remite a la incandescencia roja o a la brasa); se vincula con el amor, con la pasión, pero también con la ira y la vergüenza; remite al corazón y a la sangre; tiene que ver con el combate (los estandartes y banderas rojas); con la masculinidad; con el peligro y la prohibición (el semáforo rojo); en algunas lenguas rojo significa “bello”…en fin, la historia de los colores es un capítulo apasionante de la historia del arte.
En este caso el artista pinta casi todo de rojo, pero no absolutamente todo. O sea el rojo domina netamente pero en lucha con otros colores: el amarillo de las frutas, el alféizar de la ventana y parte de la silla; el verde del paisaje; el blanco y negro de la vestimenta de la mujer; el azul de las flores pintadas en el mantel y la pared…de ahí lo del título: es un cuadro que muestra el dominio, la fuerza del rojo.
Lo segundo que llama la atención es la falta de perspectiva: por ejemplo, la mesa se continúa con la pared, sin brindarnos ninguna sensación de profundidad.
¿Por qué Matisse pintó así? Brevemente diremos que fue el representante de una corriente llamada fauvismo, que tuvo una efímera existencia, entre 1904 y 1908.
El nombre fauvismo proviene del francés fauve, que quiere decir fieras. La expresión se originó en un comentario realizado por un crítico de arte que al visitar una exposición donde estaban estos cuadros novedosos junto a unas esculturas de estilo renacentista, expresó sorprendido que las esculturas se encontraban entre las fieras, entre fauves, que quebraban la impresión clásica de la exposición.
El fauvismo liberó al color de sus prisiones tradicionales: el dibujo, los claroscuros, los tonos, las perspectivas. Deja al color que exprese el inconformismo, la rebeldía, la ruptura con los estilos anteriores, que exprese sentimientos, emociones. El fauvismo aún representa cosas reconocibles (paisaje, sillas, frutas…) pero permite que el centro de la pintura lo ocupe el color en sí mismo, en trazos espontáneos y sueltos, “fieros”.
Este cuadro es la obra típica de esa breve corriente que no tuvo ni normas ni declaración de principios, sino que se constituyó en base a una libre y espontánea adhesión al estilo. Esta obra no pasa desapercibida, por cierto, y es muy difícil que se la olvide.
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La habitación roja (1908).Henri Matisse (1869-1954).
También se la conoce como Armonía en rojo. La obra es de grandes dimensiones, mide 180 cm x 221 cm.
Fue encargada por un marchante de origen ruso.
Actualmente se encuentra en el Museo del Hermitage, en San Petersburgo, Rusia.
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(1) Gabriela Balkey. El eterno latido del arte.
