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Los androides de Blade Runner, los playboys y la reforma jubilatoria

Actualizado: 10 abr 2023

Por Félix Rígoli

Existe una viva discusión en Uruguay y en muchos países sobre edad de jubilación o de retiro del trabajo, y sobre lo que pasa después de ese momento, o mejor dicho, ¿cuánto me queda antes de morir?


La solución ideal, desde el punto de vista de una lógica puramente capitalista ya fue imaginada por Phillip Dick cuando inventó un mundo en que los trabajadores eran androides, llamados “replicantes” que salían de fábrica prontos para trabajar cuatro años y después morir. A los que se resistían y trataban de vivir más, algunos agentes especiales los perseguían y los “jubilaban” con disparos de rayo láser. Los que quieran, pueden ver este proceso en alguna de las películas de la serie Blade Runner y reflexionar si este escenario puede ser nuestro futuro.


El error más terrible en materia de cálculo de su propia edad jubilatoria fue hecho por Jorginho Guinle, el mayor playboy brasileño del siglo XX, heredero de entre otras cosas, la concesión por 90 años del puerto de Santos (¡qué envidia que debe sentir Katoen Natie!) y el hotel Copacabana Palace. Fue un activo gastador de fortunas, seductor -por su billetera de gran tamaño- de entre otras, Marilyn Monroe, Jayne Mansfield y Rita Hayworth, las mayores estrellas de cine de la época. De acuerdo con su propia definición “un buen playboy no debe trabajar” y “el secreto de la felicidad es gastar hasta el último centésimo”. El creía que, con tanta plata, tanta farra, seguramente bastante alcohol, tabaco y trasnochadas, no iba a durar mucho y la plata le iba a sobrar. Craso error: vivió 88 años y paso los últimos 10 años viviendo de caridad. Uno de sus hijos murió de SIDA y otro trabajó de guardia de una prisión de Rio de Janeiro.


¿A qué nos llevan estas historias desconexas? Probablemente la discusión en Francia, Uruguay, en el mundo de androides o de playboys sobre cuánto tiempo tenemos para vivir después de terminar de trabajar es una certeza estadística y un enigma individual: el promedio de 14-16 años de diferencia entre la expectativa de vida nacional y la edad mínima de retiro de 63-65 años no quiere decir nada para la persona individual, que sabe bien que “para morir, solo se precisa estar vivo”. Por eso las cifras estadísticas son utilizadas con soltura por los poderosos, pero vistas con miedo y preocupación por los que viven de un trabajo incierto y una jubilación todavía más incierta.


Al mismo tiempo hay un fenómeno profundo de tira y afloja macroeconómico entre la deuda pública, que paga intereses a los fondos de capitales, y la deuda social, que la comunidad paga a los que trabajaron toda la vida. Si se analiza en profundidad el discurso a favor y en contra de diferentes opciones de edad jubilatoria, los defensores de retardar el retiro (transformar a todos en androides que mueren al otro día de terminar de trabajar) quieren asegurarse que los grandes fondos de pensión y de inversión no se descapitalicen, pagando inútilmente a trabajadores que ya dejaron de trabajar. Por otra parte, los que viven de su trabajo, querrían vivir por muchos años cobrando jubilación, aprovechando su propio ahorro forzado. ¿Como llegar a algún acuerdo? ¿Qué es razonable en materia de balance entre vida de trabajo y tiempo de jubilación?


Un primer paso debería ser reconocer claramente que hay intereses en juego y que el gran actor que está en acción es la eterna lucha entre capital y trabajo, en este caso en forma casi genérica oponiendo el capital sin rostro vs. los trabajadores cansados de trabajar. Posiblemente no es la única lucha, pero sigue siendo importante y en estos temas se expresa en forma clara, sin máscaras. Quizás un buen gráfico comparando el gasto en subsidios para la Seguridad Social y los gastos con servicio de la deuda podría mostrar este tira y afloja en forma clara para que la población se pueda encolumnar atrás de uno u otro lado.


Un segundo paso es tratar de analizar con cuidado los equilibrios del mercado de trabajo, entre ahorro y gasto, entre presente y futuro, y entre trabajo formal e informal. Uruguay es un país que, gracias a quince años de gobiernos progresistas, tiene todavía una importante proporción de la población con trabajo formal, si bien con ocupaciones inestables y cambiantes. Por eso, al momento de contar los años de trabajo, deberá tenerse mucho cuidado con la acumulación continua o discontinua y mantener algo así como un “seguro de paro previsional” que mantenga lo acumulado por períodos largos.

También es inevitable reconocer que la evolución demográfica sigue su marcha (habrá que ver el censo que todos esperamos ansiosos) y que los coeficientes de capitalización para servir una jubilación por cinco años no pueden ser los mismos que los que lo hacen para pagar 25 o 30 años.


Finalmente, volviendo a las historias de androides con muerte pre-definida y playboys que viven más allá de sus propias expectativas, todos envejecemos de acuerdo a como vivimos. No es fácil pensar qué significa trabajar hasta los 65 años en la construcción, en el cuidado de enfermos, en el reparto de muzzarellas en bicicleta, en la feria. Sin duda no es lo mismo que trabajar en una oficina o en una tienda. Cuando vayan por la calle o conozcan personas, pregúntense: ¿cómo va a ser la vida de esta persona a los 65 años? Si bien esto no va a resolver todos los problemas, quizás ayude a pensar edades de retiro especificas, y al mismo tiempo a introducir humanidad en el tratamiento de esta polémica.


El tema principal de la película Blade Runner es preguntarse ¿Qué es ser humano? Los que traten de la edad jubilatoria en forma de números sin pensar en las personas, deberían caer en la categoría de androides sin empatía por sus semejantes.

Publicada: 07/04/2023








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