Maradó, Maradó
Actualizado: 18 mar 2021
Por Fernando Martínez
Los tipos como yo (que tratamos de analizar las cosas de forma objetiva antes de emitir opinión) somos tratados por mucha gente como "tibios". "No te la jugas", "no das tu opinión."
Claro que me la juego, claro que doy mi opinión, pero teniendo la mayor cantidad de información disponible. Siempre que puedo hago eso, no siempre puedo, a veces opino apurado y la embarro. O no.
Pero sobre todo, entendiendo que las cosas casi nunca son blanco o negro. Casi nunca. Hay un casi de cosas no negociables.
La muerte de Maradona nos plantea un dilema que se hace muy patente en las redes sociales (donde los blancos y negros hacen muchísimo mas ruido que nosotros, los pobres grises).
Que es un genio, que es Dios, que nunca habrá uno como el. Que es un golpeador, que es pedófilo, que es un padre abandónico.
Y un poco todo es cierto.
Y cada uno puede tener su lectura, parcial, apasionada o no.
Si estudiando la vida de Picasso surgiera hoy que le pegaba a la mujer, ¿yo debería dejar de emocionarme cuando vea el Guernica?
Si hurgando en el pasado de Eduard Munch se encontrara que tuvo sexo con menores, ¿tengo que dejar de sentir un escalofrío cuando veo "El grito"?
Leonardo Ser Piero Da Vinci, por ejemplo, tiene anotaciones en la policía por tener sexo con menores masculinos en varias oportunidades. Esos hechos están documentados, ocurrieron. ¿Tenemos entonces que descolgar la Mona Lisa del Louvre? ¿Pasaremos a pensar que "La ultima cena" es una porquería? Los bosquejos de helicópteros y máquinas voladores en una época en que el hombre no podía siquiera soñar con volar, ¿pasan a ser ahora inventos de un ser nefasto? ¿Los exquisitos dibujos anatómicos de este genio, son ahora material de descarte? ¿Tengo que prender fuego la copia del Hombre de Vitrubio que tengo en mi escritorio?
Hace muchos años estaba sentado en la puerta de mi casa con mi querido amigo Pablo Jardim. Éramos muy jóvenes. Nos tomamos cinco cervezas (o sies, ya no recuerdo) y en un momento nos pusimos a pensar que habíamos gastado un montón de dinero. Que con ese dinero se podrían comprar muchos litros de leche. También nos (me di) dimos cuenta de que nos habíamos regalado un momento de placer egoísta. Y ahí (aunque a mi ya me había pasado antes) comprendimos que la vida es una contradicción. Y lloramos sintiéndonos culpables.
Muchos de nosotros queremos un mundo mas justo, pero no hacemos todo lo que podemos para lograrlo. Nos indigna que haya gente que se acuesta sin comer, pero no dejamos de lado nuestras necesidades para ir en su ayuda. Viajamos al exterior y disfrutamos de ello, en vez de donar el dinero del pasaje a un centro CAIF; nos comemos unos rolls de sushi (y con justicia lo disfrutamos) mientras una pareja en Bella Unión no sabe cómo hacer para pagar la luz o comprarle unos championes al más chico, que anda con el dedo gordo afuera porque se le rompieron los únicos que tiene. Pero desde un pedestal moral hay miles de personas que nos dicen lo que esta bien, lo que esta mal. Lo que es aceptable, lo que no. Lo que pasa es que desde arriba del pedestal, no pueden ver el espejo que les está mostrando que son seres humanos imperfectos, con contradicciones (tal vez mucho menores que las de Da Vinci o Maradona, eso es cierto). En mi opinión, son pocos los que podrían pararse en el pedestal moral, y quienes pueden, en general son tan humildes que no lo hacen. El resto quieren impartir cátedra de moralidad, pero creo (humildemente) que no se dan cuenta de las propias contradicciones que ellos encierran. Maradona nunca fue santo de mi devoción. Justamente, siempre me pareció un pobre tipo. Un hombre que nació en un cantegril, se crió con esos códigos y vivió una realidad de la que nunca se supo (o no pudo) despegar. En lo futbolístico no puedo decir nada: las imágenes lo dicen todo. En lo personal fue fiel a sus amigos, amó a su familia, sí. Pero también dejó hijos desperdigados de los que no se hizo cargo, fue violento y golpeador. Algunos lo adoran, otros lo odian. A mi nunca me pareció un Dios. Siempre me pareció humano. Por eso puedo separar la vida personal de la deportiva y admirar a un futbolista que arrancó gritos de euforia y lágrimas de emoción. Un tipo que hacía magia más que milagros. Una persona que enfrentó el poder de la FIFA y quiso defender "al futbolista de a pie". Yo, que soy un gris, puedo disfrutar de la belleza de su juego, sentir compasión por el pobre tipo que no podía ni hablar por el efecto de los sedantes y sentir repudio por el golpeador. Todo junto y todo separado. Así de contradictorio, como la vida misma.
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