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¡No empujen, che!

Por Gonchi

Por esta época ando cumpliendo las bodas de plata. Y no, los que me conocen saben que nunca me casé, pero es que ya llevo 25 años de hermosa relación con mi verdad, y si eso no merece festejo, entonces yo ya no sé.


¿Que de qué hablo? Que ya hace un cuarto de siglo que salí del closet con la persona más importante: YO. Y no es de egocéntrico (que también lo soy), pero cuando hablamos de salir del closet, lo más importante –y lo más difícil– es hacerlo con uno mismo. Por ahí se empieza.


No sé por qué me puse a pensar en esto ahora, pero habiéndolo hecho, siento una cosita muy linda en la panza al darme cuenta de que llevo (bastante) más de la mitad de mi vida viviendo como un hombre abierta y orgullosamente gay.


Siempre lo supe. Siendo un nene ya sabía que me gustaban los nenes y no las nenas, lo que en ese entonces no me parecía ni bueno ni malo, simplemente era. Claro, después vino la sociedad a complicar las cosas y arruinarme la psiquis.


Antes de poder darme cuenta, ya tenía incorporada la idea de que lo que yo era estaba mal, que no era “normal”. Me decían trolo, maricón (y otras cuantas variantes bastante más prosaicas) y se reían de mí, aún antes de que yo supiera qué cornos quería decir trolo o maricón. Cuando más o menos entendí qué querían decir esas palabras, ya estaba en full modo negación on. O sea, si mal no recuerdo, a los 6 o 7 años ya estaba negándome a mí mismo, y así estuve hasta los 18. Perverso, ¿no? Por lo menos nunca me pegaron por ser puto, supongo que tuve suerte. Suerte y un carácter de mierda, que debo reconocer mantenía a los potenciales agresores a distancia. Me gritaban cosas de lejos, pero no se animaban a acercarse mucho, y eso que yo de chico era un renacuajo. Pero me estoy yendo por las ramas, perdón.


La cuestión es que, aunque sé que muchos la pasaron mucho peor que yo, igual no estuvo bueno vivir más de una década negándome. Te jode la mente y la vida. Porque si no podés ser lo que sos, entonces directamente no sos. Y lo peor de todo es que, por lo menos en mi caso, no es que supiera durante todos esos años que era gay y tomara la decisión consciente de ocultarlo. No, la negación iba mucho más profundo. ¡Yo no era maricón, mirá si lo iba a ser! Estaban todos equivocados, capaz lo pensaban porque yo era tímido, porque no me gustaba el fútbol, porque tenía amigas más que amigos. ¿Pero maricón? Nahhhh, incomprendido nomás. ¡Si hasta tuve una novia en la escuela!


Por allá por los 16 años, lo innegable empezó a hacerse evidente, la coraza de la negación se empezó a resquebrajar, y ahí empezó la etapa más oscura. Ya estaba bastante grandecito como para entender que sí, que era gay, que “me gustaban los nenes, y no las nenas”. Solo que lo que cuando tenía 3 o 4 años era algo que no me quitaba el sueño, ahora que volvía a reconectar con esa realidad, era una pesadilla.


¿Qué iba a ser de mi vida? ¿Me iban a aceptar? ¿Me iban a querer? ¿Iba a perder a todas las personas que me importaban? ¿Iba a poder conseguir laburos? ¿Me iban a echar de esos laburos cuando se enteraran? ¿Iba a ser toda mi vida el blanco constante de insultos, ataques y burlas? Sentí pánico, literalmente, ataques de pánico, que también oculté, porque ¿cómo iba a contar qué era lo que me los causaba?


Ahora sí, la negación era consciente, el miedo era real, y mi vida estaba partida en dos: la que vivía con y para los demás, para afuera, y la que vivía conmigo mismo, para adentro, y esa… esa vida no estaba para nada buena. Miedo de que me descubrieran, incertidumbre de lo que podía llegar a ser el futuro, bronca de “ser así”, ganas de no ser, y mucha soledad, porque nada de todo esto lo podía compartir con nadie. Y todo ese tiempo la “esperanza”: capaz que no, que yo también estaba equivocado, capaz al final no era gay, yo también había malinterpretado las cosas, igual que los demás.

Fueron dos años jodidos, hasta que llegó un punto en el que, no tengo del todo claro cómo, entendí que no podía seguir así. En algún momento, más o menos por esta época hace 25 años, pensé para mí mismo: “soy gay”. “Soy gay”. “Soy gay”. “Soy gay”. “Soy gay”.


No sé cuántas veces me lo repetí, mentalmente, y cada vez algo iba cambiando, iba expulsando un veneno que había tenido adentro demasiado tiempo. Hasta que después de pensarlo muchísimas veces, encerrado en mi cuarto y en voz muy bajita, lo dije: “soy gay”. Articular esas palabras, emitirlas con sonido, aunque parezca una estupidez, fue un punto de inflexión. Esas dos palabras cambiaron y salvaron mi vida, fuera de joda. ¡Fuá! Parece todo tan lejano ahora.


Igual me llevó casi un año más empezar a compartir mi verdad con otros. A la primera que le conté fue a una amiga de aquel entonces. Unos meses después a mis padres, una noche antes de sentarnos a cenar. Después, a mis primos y mis tíos. Después a mi hermano. Después hubo un sinfín de despuéses. Porque ese es el tema. Uno no sale del closet una vez y listo. Seguimos saliendo del closet toda la vida. Cada vez que conocemos a alguien, en un laburo, en un nuevo grupo de estudios, en ámbitos sociales, siempre estamos saliendo del closet, y lo seguiremos teniendo que hacer mientras la sociedad asuma por defecto que las personas son heterosexuales.


Claro, cada salida del closet es más fácil que la anterior. Las primeras veces las recuerdo muy vívidamente: el miedo, el nudo en la garganta, la taquicardia, la voz temblorosa. Con los meses, con los años, se fue haciendo más fácil. La sociedad también fue cambiando, con sus avances y retrocesos, pero fue cambiando. Y obvio, yo también. Envejeciendo, agarrando más confianza, y sobre todo entendiendo que no hay nada más importante que permitirse ser quien uno es. Y no ha sido un recorrido lineal, obvio, pero ¡la pucha que ha valido la pena!


Pero volviendo al punto anterior, de que uno se pasa la vida saliendo del closet… ese sería mi sueño, que la sociedad deje de volvernos a meter al closet constantemente con sus presupuestos. De ahí el título con el que arranqué… ¡no empujen, che! Que acá afuera se vive mucho mejor.


PD – Del temita de que además me identifico como de género fluido hablamos otro día, porque es tarde y tengo que ir al súper antes de que me cierre.

Publicación original: 11/05/2021




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