top of page
  • Foto del escritor25siete

Por qué la visita de integrantes de La Libertad Avanza a Alfredo Astiz debería preocupar a Francia

Centro de Estudios Legales y Sociales de Argentina

Este jueves 25 de julio de 2024 el presidente argentino Javier Milei visitará Francia por los Juegos Olímpicos y espera reunirse con su par Emmanuel Macron. Días atrás representantes de su partido en el Congreso de la Nación visitaron en su lugar de detención a Alfredo Astiz, condenado a prisión perpetua por delitos de lesa humanidad.


Astiz fue responsable del secuestro, tortura y desaparición de las monjas francesas Alice Domon y Léonie Duquet. Por este hecho fue condenado en Francia en 1990; su primera condena en Argentina fue en 2011. Las religiosas no fueron las únicas personas con ciudadanía francesa víctimas de la dictadura militar.


La visita

Hace poco más de diez días, el 11 de julio, una comitiva de diputados y diputadas del partido de gobierno argentino La Libertad Avanza llegó hasta la cárcel federal de Ezeiza para visitar al exmarino condenado por delitos de lesa humanidad Alfredo Astiz. También se encontraron con otros represores detenidos. Según trascendió en medios de prensa, para las personas visitantes se trata de “excombatientes que libraron batallas contra la subversión marxista”. El grupo estuvo integrado por Beltrán Benedit, Lourdes Arrieta, Alida Ferreyra, Guillermo Montenegro, María Fernanda Araujo y Rocío Bonacci. Varios de estos diputados y diputadas tienen vínculo directo con la vicepresidenta Victoria Villarruel, militante tenaz de la causa de los militares presos por delitos contra la humanidad e histórica visitante ella misma de los pabellones destinados a genocidas.


Esta visita no ocurre sin contexto. A siete meses de iniciada la gestión, el gobierno de Javier Milei desmanteló, total o parcialmente, políticas claves para el proceso de memoria, verdad y justicia. A esto se suman los discursos reiterados de los máximos funcionarios del gobierno que caracterizan al proceso de justicia como un acto de hostigamiento y humillación a las Fuerzas Armadas o como una “farsa”. Este tipo de posiciones representan un daño mayúsculo a la construcción social, política e institucional que simboliza el Nunca Más para la democracia, un piso común de acuerdo y convivencia al que se comprometieron todos los gobiernos previos y los tres poderes del Estado.


La aceleración de discursos revisionistas y negacionistas de este gobierno y algunos sectores identificados con la dictadura y sus valores se caracteriza por generar controversia sobre las cifras de víctimas, la negación del carácter sistemático de los crímenes, la minimización o el desconocimiento de los graves delitos cometidos, la justificación de la violencia estatal, la deshumanización de las víctimas y la descalificación de actores sociales vinculados a las luchas por memoria, verdad y justicia. Estas acciones están directamente conectadas con las formas de deshumanización sobre el presente. Se reciclan concepciones de aquella época para operar en la actualidad. Son productivas políticamente en el presente para justificar acciones violentas sobre la disidencia y sobre la pobreza, para reivindicar formas de discriminación y de violencia policial sobre quienes protestan, sobre pueblos originarios y sobre las sexualidades diversas.


Alfredo Astiz

Alfredo Astiz tiene dos condenas a prisión perpetua en la justicia argentina por secuestro, tortura y desaparición. Francia lo juzgó en ausencia en 1990 por el secuestro y el asesinato de Alice Domon y Léonie Duquet. La carrera delictiva de Astiz es densa y larga. Nos vamos a detener en los casos de las dos monjas francesas y el secuestro de los 12 de la Santa Cruz, como se conoce el operativo que entre el 8 y el 10 de diciembre de 1977 terminó en el secuestro de un grupo de familiares de detenidos-desaparecidos y las dos religiosas.


La tarea de Astiz fue infiltrarse en las incipientes organizaciones que buscaban a sus familiares, como Madres de Plaza de Mayo. En diciembre el Grupo de Tareas 332 secuestró a las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo Azucena Villaflor de Vicenti, Esther Ballestrino de Careaga, María Ponce de Bianco, a Alice Domon y Léonie Duquet, y a los activistas y familiares de detenidos-desaparecidos Ángela Auad, Rem Berardo, Horacio Elbert, José Julio Fondevilla, Eduardo Gabriel Horane, Raquel Bulit y Patricia Oviedo. Durante el operativo Astiz estaba presente bajo la identidad falsa de Gustavo Niño y marcó a quienes debían ser secuestrados. Las doce personas fueron torturadas y asesinadas al ser arrojadas al mar en un vuelo de la muerte.


Pocos días después de los secuestros de los 12 de la Santa Cruz aparecieron en las costas argentinas los cuerpos de Azucena Villaflor de Devincenti, Esther Ballestrino de Careaga, María Ponce de Bianco, Ángela Aguad y la monja francesa Léonie Duquet. En las playas de Uruguay también aparecieron cadáveres.


Se sospecha además que Alfredo Astiz se infiltró también en el CAIS (Comité Argentino de Información y Solidaridad) de París. Con el nombre de Alberto Escudero se presentó ante exiliados argentinos y estuvo al menos hasta octubre de 1978 asistiendo a reuniones. Luego de ser descubierto, huyó hacia Alemania.


Alice Domon y Léonie Duquet

Léonie tenía 61 años y Alice 40 al momento de su secuestro y desaparición. Alice pertenecía a una familia rural del Este de Francia y desde niña quería ser misionera, como muchos de sus familiares. Lo hizo en 1957, cuando tenía 20 años. En 1967 su instituto la envió a la Argentina. Según su hermana Gabrielle, quien dio testimonio en el juicio, Alice compartía la vida de los más pobres y les acompañaba en el proceso para organizarse; les hacía tomar conciencia de su dignidad humana. En una de sus cartas escribió “qué felicidad que las religiosas abran los ojos hacia el mundo, sobre el mundo que rodea a esta gente, y que sepan que existen pobres en dinero, en inteligencia, en cultura y que los que son más ricos puedan compartir, pues todo es dado para el bien de todos. Es una cuestión de justicia y no de caridad. Hay que estar convencido de esto para trabajar como el Señor lo desea”. Ante un pedido partió hacia Corrientes, donde la recibió una comunidad de hermanas en Perugorria. Allí comenzó a trabajar con las Ligas Agrarias y se puso al servicio de las familias campesinas.


A principios de 1977 llegó a Buenos Aires para realizar trámites administrativos y averiguar sobre desaparecidos de Perugorría. En ese momento conoció a las Madres de Plaza de Mayo y se comprometió con ellas. También se unió al movimiento

ecuménico por los derechos humanos.


Léonie estaba en la misma congregación de las hermanas de las misiones extranjeras. Eran diocesanas, vivían con la gente, compartían su suerte. Léonie trabajaba como profesora del colegio de las hermanas del Sagrado Corazón y vivió en distintos barrios populares de Hurlingham, Ciudadela, Morón. Al momento de su secuestro vivía en una

casita con techo de chapa, al lado de una capilla en Ramos Mejía.


Léonie y Alice daban apoyo espiritual a quienes tenían familiares desaparecidos y

también apoyo material y ayuda con los trámites de hábeas corpus. Alice llevaba

grupos de personas a la casa de Léonie, les daban de comer, los contenían,

organizaban y acompañaban a hacer las presentaciones. Alice se fue a vivir a lo de

Léonie seis meses antes del secuestro. Durante ese tiempo acompañaban además a

las Madres de Plaza de Mayo en las rondas alrededor de la Pirámide de Mayo.


Vuelos de la muerte

Desde los años de la dictadura se conoce la existencia de los vuelos de la muerte como el sistema para la eliminación física de las personas secuestradas. En el tercer juicio por los crímenes cometidos en la ESMA se pudo reconstruir su técnica, determinar las aeronaves utilizadas e identificar las estructuras navales que proporcionaron los recursos materiales y humanos.


Los vuelos de la muerte no fueron exclusivos de la ESMA, sino que formaron parte de una práctica institucional de la Armada. Los oficiales mayores de inteligencia del grupo de tareas definían quiénes iban a ser trasladados.


Buscaban a las personas secuestrados, les decían que iban a ser derivadas a una granja, a un campo de recuperación, las hacían formar en filas con música fuerte –en ocasiones los obligaron a bailar–, luego las llevaban a la enfermería en donde los médicos les aplicaban una inyección de Pentotal u otro tipo de anestesia. Así adormecidas, las arrastraban hacia camiones o helicópteros que entraban a la ESMA, y de allí a bases aeronavales. Una vez ahí, las subían a los aviones y, luego de un periodo determinado de vuelo, las arrojaban al vacío.


No hay sobrevivientes de los vuelos de la muerte. Esta práctica es una de las características particulares del terrorismo de Estado argentino.

Publicada: 06/08/2024


Comments


bottom of page