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Reabrirán investigación por la muerte Allende

Actualizado: 26 sept 2020

El abogado chileno Nelson Caucoto, especializado en causas de derechos humanos, sostiene la tesis del magnicidio, en contra de la versión hasta ahora oficial de un suicidio.

La muerte del presidente chileno Salvador Allende en el contexto del golpe de estado liderado por Augusto Pinochet el 11 de setiembre de 1973 sigue generando polémica juristas, historiadores y forenses.

La historia oficial de la dictadura militar que derrocó al presidente constitucional sostuvo desde el primer día que Allende se había suicidado con un fusil AK-47 obsequido por Fidel Castro.

Esta versión, asumida desde hace años como verdadera por la familia de Allende, fue avalada en 2011 por una junta internacional de nueve peritos de Colombia, Chile, España, Estados Unidos e Inglaterra, y que contó con un observador del Comité Internacional Cruz Roja. Entre los expertos que elaboraron el informe se cuentan figuras consideradas referentes mundiales, como el norteamericano Douglas Ubelaker y el español Francisco Etxeberria.

No obstante, el forense chileno Luis Ravanal Zepeda, sostiene que hay evidencia de que Allende fue asesinado. En 2013, junto al sociólogo y periodista Francisco Marin, publicó un libro que resume en trescientas páginas los resultados de la investigación histórica y forense por la que llegó a esa conclusión. Al año siguiente, su trabajo recibió el premio Best Scientific Presentation Award en el World Forensic Festival de Seúl.

Esta semana, el abogado de Caucoto hizo público que está convencido de los argumentos de Ravanal, por lo que se descuenta que el caso Allende será reabierto. El abogado, entrevistado por Barbarroja, un programa trasmitido por streaming, dijo que el caso Allende guardaba similitudes con el de José Tohá, ministro del Interior y vicepresidente de Chile durante el gobierno de la Unidad Popular. Señaló que: “Yo aquí quiero reivindicar la voz de Luis Ravanal, porque si hay algo que logró acreditar que don José Tohá (...) fue asesinado, fue un informe que realizó Luis Ravanal. Y con ese informe hicimos que el Servicio Medico Legal llegara a la conclusión de que hubo un homicidio. Entonces, yo tengo mucha fe en lo que expresa Ravanal y en este sentido le encuentro completamente toda la razón”.

Caucoto estableció similitudes del caso Allende con el de Tohá, como la presencia de personal del Servicio de Inteligencia Militar en la escena de ambos hechos, dirigiendo la investigacion criminalísitica. Sostuvo que “ellos armaron toda la historia” y que “aquí hay mucha tarea de inteligencia que indudablemente repercute en los avances o no avances de las causas”.

Desde el inicio la investigación de la muerte de Allende estuvo plagada de situaciones inusuales, algunas de las cuales podrían explicarse por el contexto político del momento: la autopsia no fue practicada en la morgue sino en una sala del Hospital Militar, no hubo registro fotográfico del procedimiento, nunca aparecieron los proyectiles que a que se atribuye la muerte y el fusil que aparece en las fotos, al que se atribuye el presunto suicidio, no es el que se supone usó Allende en la defensa del Palacio de la Moneda.


Otro elemento que suma incertidumbre a los hechos surge de las versiones dadas Fidel Castro, amigo de Allende y su familia. Inicialmente, el 28 de setiembre de 1973, en un acto público en la La Habana, y en presencia de la viuda y una hija de Allende, el entonces presdidente de Cuba brindó una detallada versión de la muerte de Allende a manos de militares golpistas. Sin embargo, el 26 de junio de 2008, día del centenario del nacimiento del expresidente chileno, Castro escribió: “El 11 de setiembre de 1973 muere heroicamente defendiendo el Palacio de La Moneda. Combatió como un león hasta el último aliento. Los revolucionarios que resistieron allí la embestida fascista contaron cosas fabulosas sobre los momentos finales. Las versiones no siempre coincidían, porque luchaban desde diferentes puntos de Palacio. Además, algunos de sus más cercanos colaboradores murieron, o fueron asesinados después del duro y desigual combate. La diferencia de los testimonios consistía en que unos afirmaban que los últimos disparos los hizo contra sí mismo para no caer prisionero, y otros que su muerte sobrevino por fuego enemigo. El Palacio ardía atacado por tanques y aviones para consumar un golpe que consideraban trámite fácil y sin resistencia. No hay contradicción alguna entre ambas formas de cumplir el deber. En nuestras guerras de independencia hubo más de un ejemplo de combatientes ilustres que, cuando ya no había defensa posible, se privaron de la vida antes de caer prisioneros".

Publicación original: 24/09/2020

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