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Sencillo y bonito

Por Baltasar Aguilar Fleitas

No siempre el arte refleja conflictos, profundidades filosóficas o problemáticas sociales. A veces representa una flor, un animal, un beso o una caricia, o simplemente gente en su vida diaria.

 

En ese enfoque, fíjense qué curioso: algunas pinturas están dedicadas a mostrarnos qué hace la gente un domingo. Conozco varias de distintas épocas y lugares. Sin embargo no hay obras de arte que nos muestren específicamente la rutina de un lunes o un jueves o un viernes. El domingo es el corte claro en la actividad cotidiana, es el descanso del Creador, es el día del reencuentro, de la fiesta, de la espera, o de la máxima tristeza y soledad; en las figuras que representaban el rostro de los días en los libros infantiles, la cara del domingo era la más alegre, la risa era franca, en contraposición a la del lunes que se mostraba triste y maligna; en el campo el domingo se hacía asado o se comían ravioles en familia; los novios iban a visitar a sus prometidas; las campanas de la Iglesia llamaban a misa y de tarde se iba a jugar al fútbol en el club de la zona…

 

A la luz del desintegrado mundo actual, cabe afirmar que los rituales son muy importantes para la cohesión y el amparo social. Y en materia de rituales, el domingo se llevaba las palmas. Y hablo en pasado porque en el presente este día se muestra mucho más indiferenciado: por ejemplo, los domingos la sociedad actual no cesa su descenso hacia el abismo del consumo voraz. 

 

El cuadro de la semana es Domingo por la tarde del pintor húngaro Sándor Nyilasy (1873-1934). Es un pintor naturalista formado en la Academia de Bellas Artes de Múnich. Nyilasy se dedicó a pintar gente común y sencilla en aldeas y el campo.

 

En este cuadro se ve a una pareja de campesinos o aldeanos descansando y tomando sol, bajo el alero de su rancho. Observen la luminosidad de la escena, y el esmerado trabajo del pintor para representar la sombra de personas y árboles. ¡Y esas nubes claras vistas a través de los árboles! Para mi gusto falta allí un perro. La vestimenta es sencilla y hay en las actitudes y en lo que se puede adivinar de sus rostros, cierto aire de resignación y tristeza. Se trata, puede interpretarse así, de una pintura costumbrista. Me gusta imaginar lo que pasa en esa escena: para mi que sienten el peso de la soledad porque sus hijos ya no están allí, se han marchado para “el pueblo”, o son ellos quienes han tenido que dejar sus tierras y pasan su vejez en la aldea más cercana…

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Domingo por la Tarde

Sándor Nyilasy 

ca. 1920

Óleo sobre lienzo

60 x 70 cm

Colección privada 

Publicada: 14/05/2024

 

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