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¡Socorro!

Por Baltasar Aguilar Fleitas

1.

Hace unos días tuve acceso, por casualidad, a la siguiente noticia: el Museo del Prado, de Madrid, someterá a todas las obras allí existentes, a examen mediante inteligencia artificial (1, 2).


El proyecto, en acuerdo con una poderosa empresa, recibe el nombre FrAI Angelico, supongo que en alusión al pintor y fraile dominico italiano del siglo XV Fra Angelico. El emprendimiento tendrá dos objetivos:


a- descubrir detalles u objetos en las obras de arte que hayan pasado desapercibidos al ojo humano, por ejemplo “una calavera, una corona de espinas, ángeles o demonios” y,


b- en una segunda etapa, tener una descripción e interpretación de las obras que incluya su significado simbólico. La web del Museo expresa que se busca “reconocer el contenido de las pinturas y su contexto histórico e iconográfico, de manera que sea posible obtener una descripción detallada de cada cuadro sin intervención humana”. En otras palabras, “enseñar a estos sistemas [de inteligencia artificial, AI] a interpretar conceptos abstractos en la pintura como que dos cuerpos desnudos más un ángel probablemente representan a Adán y Eva, o una paloma acompañada de un ángel y una persona al Espíritu Santo.”


Esta noticia, que como casi toda noticia en el mundo actual enseguida se naturaliza y pierde trascendencia, tiene, sin embargo, una gran importancia artística, estética, filosófica y epistemológica, porque nos introduce en un capítulo muy debatido que es la INTERPRETACIÓN de las obras de arte.


2.

En la década de los 60 del siglo pasado, una figura excepcional de la intelectualidad norteamericana, Susan Sontag, escribió un libro llamado “Contra la interpretación”(3); así se llama el ensayo que encabeza el libro. Debo decir que la lectura de ese ensayo cambió radicalmente mi manera profana de ver el arte, hasta ese momento marcada por la ansiedad y decepción que produce estar ante una obra y no saber “qué dice”.


Sontag afirma que interpretar es reconocer que toda obra de arte tiene una forma y un contenido. Y que la tarea del intérprete se aplica al contenido y termina por alterar el sentido original de la obra. Por lo tanto aboga por una mirada más ingenua y natural, sea de una novela, poesía, pieza musical o pintura…


“Interpretar es empobrecer, reducir el mundo, para instaurar un mundo sombrío de significados[…] domesticamos la obra de arte”, dice Sontag. Y más adelante: “Debemos aprender a ver más, a oír más, a sentir más”.


Sin asumir una postura tan radical y esencial como la que propone Sontag, la tarea de apreciar, leer o estimar una obra de arte se vuelve hermosa y luminosa cuando se permite la libre interpretación más allá de las intenciones que haya tenido el autor.


3.

La obra de arte de la semana se llama porque las personas pintadas podrían ser Giovanni di Arrigo Arnolfini y Giovanna Cenami. Él, un rico comerciante italiano radicado en Brujas y ella, hija de una acaudalada familia italiana que vivía en París. Se sabe que ella no tuvo hijos y el marido fue acusado de adulterio, y además, se descubrió recientemente un documento del matrimonio de Giovanni Arnolfini datado en 1447, o sea después de que fuese pintado el cuadro e incluso después de la muerte de quien lo pintó.


El autor de este cuadro es el pintor flamenco Jan Van Eyck, lo realizó en 1434, es un óleo sobre tabla de 82 x 60 cm y está en la National Gallery de Londres.


Según todas las opiniones es un gran cuadro; algunos dicen que es la obra más realista de la historia del arte, y también que es la que inaugura una nueva etapa en lo que tiene que ver con la técnica pictórica. Confieso que no la elegí por nada de eso. La seleccioné alevosamente para justificar o ilustrar lo que quiero decir.


De este cuadro se han hecho miles de interpretaciones sobre su simbología y los que saben aseveran que forma parte del conjunto de piezas más enigmáticas de la historia del arte.


Esa incertidumbre acerca del cuadro está dada por los abundantes detalles que se pueden observar:


-una pareja se retrata en actitud solemne, parece consagrarse en matrimonio y jurarse amor eterno pero en forma secreta, en un dormitorio;


-algunos sostienen que él (que se parece a Putin según actuales mentes sediciosas), sería el propio pintor, de hecho la inscripción que se ve abajo del espejo dice «Van Eyck estuvo aquí»;


-se ha dicho que él no existe en realidad sino que es un ángel que anuncia a la virgen;


-ella parece estar embarazada pero otros dicen que no, que ese abultamiento es una deformación buscada del vestido, que los vestidos de la época eran así;


-hay quienes opinan que él, en realidad, está aceptando que es el padre de ese hijo que estaría en el vientre de la mujer;


-que están descalzos porque pisan suelo sagrado, la alcoba matrimonial;


-hay un perrito, pintado admirablemente pelo por pelo, que atestiguaría la fidelidad hasta la muerte que se están jurando los esposos;


-la imagen de Santa Margarita de Antioquia encima de una pata de la cama, que es la patrona de las embarazadas; por algo estaría allí;


-la lámpara que tiene sólo una vela, que sería la llama del amor;


-las naranjas que podrían ser símbolos de fertilidad; o, como eran importadas del sur de Europa y muy caras darían cuenta del poder económico de los contrayentes;


-el espejo (mirá que ha dado que hablar este magistral espejo, el espejo más famoso junto con el de Las meninas), en el que se reflejan los nuevos cónyuges, un clérigo y el propio pintor como testigo de la ceremonia; de ahí lo de «Van Eyck estuvo aquí»;


-el espejo tiene un marco que no es cualquier marco: contiene 10 imágenes del viacrucis de Jesucristo; las cinco del lado de Giovanni son cuando aún está vivo y las del lado de su esposa son escenas de la muerte y la resurrección…


Es decir que poco es lo que se sabe a ciencia cierta sobre este maravilloso cuadro. Pero no se trata de saber a ciencia cierta en arte. Se trata de disfrutarlo y apreciarlo. Sentirlo. Admitir la pluralidad de miradas. Obviamente la apreciación del arte es asunto muy personal y la nueva revolución que según dicen liderará la inteligencia artificial es imparable. Y quizás útil en algún aspecto. Pero personalmente no tengo ningún interés en que la inteligencia artificial me diga qué tengo que mirar o cómo lo tengo que interpretar. Se acaba la magia y la poesía, se atrofia la sensibilidad.


En suma: una obra es lo que es antes de la alteración que provoca la interpretación. Pero puestos a escarbar sobre lo que representa, es un placer intelectual divagar acerca de su significado. Sé muy poco de IA. Pero, repito, me causa estupor la simple posibilidad de convertir esa tarea creativa, en una serie de enunciados apodícticos e incontrovertibles generados por la IA. Y más inquietud me genera la posibilidad de que esa interpretación, creada por una sofisticada técnica se nos imponga con el peso absurdo pero abrumador de lo científicamente comprobado. Como si allí donde ha pisado la ciencia no hubiera lugar para más nada.


Susan Sontag termina su ensayo con una frase estupenda: “En lugar de una hermenéutica necesitamos una erótica del arte”.


Si esta pieza estuviera en el Prado, me detuviese a mirarla y un guía del museo me tocara el hombro y me dijera: “está científicamente comprobado por inteligencia artificial que las naranjas que ve en el cuadro fueron traídas de Italia y significan fertilidad”, ¡Socorro!




3- Sontag S. Contra la interpretación. Buenos Aires, Aguilar Altea Taurus Alfaguara, 2005.

Publicada: 04/07/2023

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