25siete
Un enigmático regalo de reyes
Por Baltasar Aguilar Fleitas
Faltan tres días para que lleguen los reyes. ¿De dónde vienen? No se sabe. Llegarán colmados de regalos para los niños de sábanas blancas, y solo con migajas de plástico para los niños de colchoncito flaco.
Según parece los reyes también visitaron al niño Jesús, nacido en un pesebre (o en una cueva, da lo mismo). No importa si los tales reyes lo eran o no, si eran tres o más o menos, si eran magos o astrólogos. Esa discusión se da en ciertos ámbitos académicos. No interesa. No interesa para nada a los efectos del arte. El arte no juzga ni busca la verdad, solo muestra. El arte llena con ficción los espacios vacíos que la vida nos va descubriendo en el alma; por eso creemos en los reyes magos cuando somos niños y disfrutamos de ellos cuando somos adultos…porque para vivir necesitamos historias, leyendas. La verdad de las historias no importa en arte (y creo que tampoco en la búsqueda de sentido en la vida).
Motivado por ese día tan próximo hoy les presento esta obra maravillosa de Iheronimus Bosch (El Bosco: 1450-1516, nacido en Países Bajos). Se llama Adoración de los magos y fue presentada en 1494. Es un óleo sobre tabla (esto es importante, no es tela, es madera), de 138 cm x 72 cm. Está en el museo del Prado, Madrid.
La obra tiene su historia: fue encargada, confiscada, regalada y trasladada. No interesa acá.
Es un tríptico, o sea una historia que se relata en tres partes o tablas, derecha, izquierda y central, unidas con bisagras. Cuando esas tablas se cierran queda expuesta una imagen única que está pintada atrás de las tablas laterales. De esta imagen no nos ocuparemos ahora.
Abiertas las alas del tríptico se observan distintas escenas pero la composición tiene su unidad en el tema y en el paisaje del fondo. El tema es la Epifanía a los Magos; epifanía quiere decir revelación, manifestación: es cuando Jesús se manifiesta, se da a conocer al mundo ante la presencia de los reyes magos.
En el panel de la derecha observamos en primer plano a una donante y su santa. El donante es el que encarga y paga la obra al pintor. También se ve un cordero. Si hacen zoom verán al fondo como dos animales atacan a algunos que pretenden llegar hasta el acontecimiento de la Epifanía. El camino al hijo de Dios está lleno de fieras. No es fácil acercarse a él.
En el panel central podemos observar la escena principal: una cabaña ruinosa en la que el niño Jesús sentado en el regazo de su madre recibe a los tres reyes magos venidos de tierras lejanas.
Los magos le llevan regalos al niño. Melchor, el mayor de los tres, está hincado; le ha traído una escultura de oro. Obsérvese que este mago aplasta con la escultura unas cuantas ranas (que representan el pecado).
Gaspar, vestido con una capa muy ilustrada, se encuentra al lado de Melchor y le regala incienso en un plato.
Baltasar trae como regalo mirra empaquetada para que no se la coma esa ave que se ve allí. ¿Por qué Baltasar no se arrodilla?
Detrás de las figuras principales llama la atención un personaje situado en la puerta de la cabaña, semidesnudo, tocado con corona, dificil de identificar pero que bien puede ser un anticipado Anticristo. Los anticristos vienen a sustituir a Cristo, por eso si bien son raros no dejan de tener rasgos humanos. Los seres humanos sólo adorarán a un anticristo si le reconocen algo “humano”. Sin embargo no tienen que ser personas necesariamente. Puede ser un fetiche. Hubo varios anticristos en la historia y seguro, seguro que alguno ande por ahí siendo adorado por las masas.
La escena es observada por personajes extraños en actitudes poco sagradas, grotescas, probablemente símbolos de la maldad. Algunos se han subido al techo de la modesta vivienda para chusmear. Pero se nota que todos son pobres y contrastan con la riqueza y modales ceremoniosos que ostentan los reyes.
En el panel izquierdo del tríptico podemos observar, como en la tabla derecha, al donante con su santo.
Hasta acá casi todo parece bastante normal. Pero El Bosco tiene la manía de descolocar al espectador. No todo es paz en esta dulce llegada de los reyes. Al fondo, dos ejércitos se enfrentan ferozmente con la intención de destruirse uno al otro.
En ese fondo, si hacemos zoom vemos una ciudad con aspecto inquietante y otras imágenes desconcertantes. En las pinturas de El Bosco el proceso de mirar pasa por tres etapas: buscar, darse la posibilidad de asombrarse con lo que se encuentra, y hacerse la pregunta pertinente (qué hace ahí tal personaje, qué significa esa imagen, etc).
En el vértice de la tabla central está la estrella de Belén que fue, según la tradición cristiana, el astro que guio a los Reyes Magos al lugar del nacimiento de Jesús. Algunos dicen que fue un meteorito que cruzó el cielo esa noche, otros que es Sirio, la estrella más brillante del cielo invernal. No interesa, lo que importa es la leyenda: hubo algo allí en el cielo que orientó a los reyes.
Una mirada general al cuadro nos revela que no hay ángeles. Raro tratándose nada menos que la presentación del enviado de Dios. Quizás por eso hay una guerra.
¿Y José? ¿Vienen los reyes magos desde tan lejos y San José no está presente? Pues sí está. Si amplifican la tabla izquierda, allí en el fondo verán a un hombre bastante mayor abajo de un techito al lado de una hoguera. Es San José secando los pañales meados del niño Jesús. Así que esta no es solo una pintura religiosa, trascendente, sino que también es una pintura de género (es decir que recoge costumbrismos, escenas de la vida cotidiana). Se deduce que José era uno de esos hombres que colaboran con las madres en la crianza de los niños, y ese, por lo visto, no es un rol nuevo… pero se fue perdiendo en los siglos posteriores.
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