Una foto, dos bloques, y tres reflexiones sobre nuestro sistema de partidos
Por Marcela Schenck
El referéndum del pasado 27 de marzo para derogar 135 artículos de la Ley de Urgente Consideración (LUC) terminó de afianzar una foto que ya veíamos en las mediciones previas de la Usina de Percepción Ciudadana: esto es, un escenario muy competitivo en donde el No sumado al voto en blanco supera al Sí por un margen acotado. Este resultado afianza la idea de que existen dos grandes bloques en Uruguay, con sensibilidades políticas que en términos generales, se vuelcan por un lado desde el centro hacia la izquierda del espectro ideológico y por otro, desde el centro hacia la derecha. Y estas sensibilidades comprenden no solo a los partidos políticos, sino también a otros actores, como se visualizó ya desde la recolección de firmas que habilitó esta instancia. A medida que pasa el tiempo y que vamos avanzando en el análisis de los datos oficiales, tenemos además otros elementos para explorar, como la desagregación geográfica de las preferencias y el corte generacional, que nos dan más indicios para comprender estas subjetividades políticas.
A la hora de trasladar esta lectura a nuestro sistema de partidos, hay que hacer varias apreciaciones.
En primer lugar, reconocer el mapa de actores.
Hubo un alineamiento muy claro desde el Frente Amplio y diversos movimientos sociales (siendo el PIT CNT el más visible, entre varios) para impugnar los 135 artículos que se buscó derogar, y por otro, de los actores del gobierno en la defensa de todos los artículos de la LUC que fueron cuestionados.
En segundo lugar, está la pregunta de cómo interpretar estos resultados para el sistema de partidos.
Allí el análisis más lineal es que el resultado es una victoria para los promotores del No, ya que los 135 artículos de la LUC se mantienen firmes luego del referéndum. Esta victoria es muy significativa dado que se trata de un respaldo a la principal norma del gobierno, que más que una ley, es una agenda amplia de políticas públicas: un gobierno que ahora tiene como capital político el argumentar que este programa no solo fue respaldado en 2019, sino también en 2022. Sin embargo, el haber llegado a este resultado por un margen estrecho marca un escenario distinto al que habría existido si los artículos se mantenían con un mayor apoyo ciudadano.
Por otra parte, al ver el proceso, se observa que tanto quienes promovieron el mantenimiento de los 135 artículos como quienes plantearon su derogación, tuvieron elementos que les permitieron acumular, sobre todo en la parte final de la campaña: a los partidos vinculados a la coalición de gobierno, les dio un elemento de unión frente a un adversario político común. Y para el bloque que defendió el Sí, se generó unión de actores bajo un objetivo concreto de movilización en un contexto de desmovilización, pautado no solo por la derrota electoral del Frente Amplio en 2019, sino también por la situación sanitaria derivada de la pandemia por COVID 19. No obstante, ello no quiere decir que no haya existido conflicto entre los actores de uno y de otro bloque, o que pueda dejar de existirlo en el futuro.
Otro elemento a analizar es el que ya adelantamos al visualizar los datos que emergían de la proyección de escrutinio que realizamos en TV Ciudad, y es que el escenario en torno a las opciones del Sí y del No se asemeja al de las elecciones de noviembre de 2019, lo cual es más positivo para la oposición (porque se acerca al techo de su votación) que para el gobierno, que en este caso tiene su piso (habría sido lo opuesto si se acercaba a la votación de octubre de 2019). Y aunque los bloques, sensibilidades y actores que se agruparon en torno a las diferentes opciones del referéndum no se circunscriben únicamente al sistema de partidos, la comparación con las elecciones de noviembre de 2019 resulta útil para entender algunas de las claves de este proceso.
En tercer lugar, hay que hacer referencia a la relación del sistema de partidos con la ciudadanía.
Las mediciones de la Usina de Percepción Cuidadana (que realiza encuestas en formato panel, esto es, midiendo opiniones de una muestra estable de 400 personas a lo largo de un período) nos mostraban que mayoritariamente quienes habían votado a la fórmula Lacalle Pou-Argimón en 2019 decían que iban a votar por el No, y quienes respaldaron a la fórmula Martínez-Villar, decían que iban a votar por el Sí. Los alineamientos de votantes de los diferentes partidos en 2019 con lo que estos partidos defendieron en el referéndum muestran que nuestro sistema de partidos logra conectarse con sus electorados y convencerlos; por más de que existe una alerta si comparamos a esta instancia con las elecciones nacionales, que es que bajó la participación en relación a 2019, así como comparativamente creció el voto anulado, que tradicionalmente se interpreta como un voto antisistema. Tengamos en cuenta sin embargo que de todas formas la participación fue alta, y que hay que matizar estas consideraciones si la comparación es con otras instancias de referéndum y con otros ciclos de elecciones, en donde la participación es similar a la que vimos el 27 de marzo pasado. También que en este contexto, el voto anulado era el que mejor representaba a quienes quisieran expresar neutralidad frente a la consulta, dado que el voto en blanco acumulaba para el mantenimiento de los 135 artículos.
Otro elemento a destacar es el persistente porcentaje de indecisos e indecisas que vimos durante las distintas mediciones de la Usina, y que nos podría estar señalando a un electorado que decide en cada elección o consulta. En este segmento, había mayor desinformación, menos interés en la política y un perfil más asociado a posturas moderadas en la ideología y en la valoración del desempeño del gobierno; en grandes rasgos, elementos clave de este perfil también se veían en mediciones de opinión pública del ciclo electoral habitual. En lo que parecería ser el afianzamiento de un escenario que va hacia un país de dos bloques, podríamos decir que a este sector le cuesta más identificarse con cada uno; pero también, que a la hora de depositar su voto por uno de ellos, lo termina haciendo.
En cuanto a lo que este referéndum significa para el gobierno, el alto perfil de la LUC para la agenda de gobierno y en particular, la destacada participación del presidente en su defensa, son elementos distintivos del proceso del referéndum sobre los 135 artículos. Hubo un intento de volcar la relativamente alta aprobación que mostraban las encuestas de opinión pública sobre el presidente Luis Lacalle Pou al apoyo a la opción del No, a la vez que se buscó sumar esta victoria al capital político del presidente y de su partido. Fue una apuesta fuerte por parte del presidente, y tuvo una victoria el 27 de marzo.
Pero si bien este es el primer referéndum cuyo resultado respalda la posición que defiende el gobierno en más de tres décadas, también es el escenario más competitivo que se registra. Y tenemos elementos para pensar que la interpretación de este resultado no se terminó el día de la votación. Aunque la ley está en marcha, las mediciones de la Usina mostraban que a muchas personas les costaba identificar cuáles son los efectos de la LUC en grandes áreas de las políticas públicas.
En este sentido, el proceso del referéndum amplió el debate y permitió identificar con más claridad qué políticas públicas se asocian a esta norma para una gran parte de la población. Y va a tener que pasar el tiempo para que se valoren sus resultados, que ahora no solo van a quedar atados a la LUC y al gobierno, sino también a la valoración sobre el presidente. En un contexto en el que se anuncian además reformas en áreas sensibles para la ciudadanía, como la seguridad social.
Así, podemos decir que el referéndum ratificó la foto de las preferencias del electorado que llevaron a Lacalle Pou a encabezar el gobierno de coalición. Esto en un contexto atravesado por particularidades como la situación de la pandemia, que marcó los primeros años del gobierno y las valoraciones de la opinión pública frente a cómo lidió con este imprevisto. Resta ver qué ocurre a partir de aquí en la valoración del accionar en áreas clave, ahora sí vinculando el desempeño más directamente con el gobierno y con la LUC, y menos con factores externos.
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