Cuatro herramientas mentales para entender la pandemia
Por Félix Rígoli
La epidemia de COVID-19 está fuera de control en Uruguay como ya dijimos el 9 de enero y cada cual apunta el dedo en una dirección diferente. A diferencia de las novelas de Agatha Christie, aquí es seguro que hay varios, muchos culpables, empezando por ese maldito pero inocente virión de 100 nanómetros y llegando hasta Trump y Bolsonaro, que no son nada inocentes.
Sin embargo pienso que tanto aquí en Brasil como en Uruguay hay un problema común de falta de entendimiento sobre que es una epidemia 5G, siglo XXI, algo diferente de la tuberculosis, sífilis y sarampión a los que estábamos acostumbrados. Precisamos algunas herramientas mentales a las que no estamos acostumbrados. Así como nos cuesta entender el espacio-tiempo en cuatro dimensiones o nos costó (y a algunos todavía les cuesta) entender que la tierra es una esfera y no plana.
Estamos acostumbrados a enfermedades más simples: dolor de garganta, azitromicina, 1 comprimido por día, y de vuelta a casa. Ésta no es la primera vez que nos enfrentamos a un problema que nos retuerce la lógica. Ya hace tiempo que cuando un cáncer nos enfrenta como mortales, nos cuesta entender que ya ni nos vamos a morir, ni nos vamos a curar (las opciones a las que estábamos acostumbrados), y tenemos que hacer un curso acelerado de estadística bayesiana para entender las opciones que se van abriendo con porcentajes de éxito y fracaso, algo sin duda angustiante.
En relación al COVID-19 en Uruguay la transmisión viral sigue siendo o mal entendida o negada. El grupo de aspectos psico-sociales del GACH, liderado por Ricardo Bernardi, mostró que hay un 60 % de adultos que no están dispuestos a dejar de participar en reuniones familiares, a pesar de que son conocidas por diseminar el virus. ¿Puede ser falta de información? No creo. Hay algo del espíritu rebelde de los charrúas, pero puede ser que falten algunas herramientas mentales para entender una epidemia 5G como esta.
Propongo analizar cuatro que pueden ser útiles.
1. La máquina del tiempo
Tuvimos y todavía tenemos la máquina del tiempo, la mejor de todas, la que nos permite ver el futuro. El 15 de marzo de 2020 ya teníamos mucha información de cómo venia la epidemia y los videntes científicos, los pre-cogs de los que hablé en una nota anterior, ya habían empezado a elaborar tests y a preparar sus armas. Sin duda en ese momento la máquina del tiempo funcionó bien y ayudó a mantener en 2020 una epidemia de niveles muy bajos, una excepción en las Américas. Después la máquina fue quedando corta, como se vio en otros países, especialmente Eslovaquia,y los repetidos llamados de diferentes voces para apagar el piloto automático y retomar el pulso enérgico, se perdieron en el optimismo del verano.
Era evidente desde diciembre que había comenzado el crecimiento exponencial, la famosa curva que habíamos esperado. Estaba de nuevo la máquina del tiempo mostrando lo que se venia, y decidimos esperar sentados. ¿Por qué? Quizás una explicación está en el camalote.
2. El camalote que se abre en los días de verano
Es un viejo problema de razonamiento que nos contó el maestro Valls en quinto año de primaria: un camalote abre sus hojas cada día en verano, duplicando su superficie. Un lago fue cubierto completamente, asfixiando a los peces en 14 días. ¿Cuántos días demoró en cubrir la mitad de la superficie del lago? Los que digan 7 días perdieron. Obviamente, si cada día se duplica, entonces demoró 13 días en cubrir la mitad del lago. Simple.
Ahora se los digo en términos de COVID-19: si el número de enfermos que van a precisar CTI se duplica cada semana, y hoy los CTI tiene un 50% de ocupación ¿cuánto falta para que los CTIs se llenen y los enfermos mueran esperando cama? Ustedes responden: 1 semana.
Pero por lo que veo la mayoría de las autoridades piensan que con crecimiento exponencial (así se llama el crecimiento del camalote), estar con el 50% de camas ocupadas es algo tranquilizador.
Puede ser que sea por el problema del calefón.
3 ¿A quien se le ocurrió poner el calefón en el sótano? El problema de los ciclos largos de feedback
Entro a la ducha una mañana fría y abro el agua caliente. Maldigo al que instaló el calefón en el sótano porque sale helada, abro más y más, sigue helada a pesar de que ya abrí al máximo. Ummm. Ahora viene tibia, más caliente, ¡hirviendo!, abro la fría, sigue hirviendo, abro más y más la fría, ahora está mejor… tibia, fría, ¡helada! Otra vez a cerrar la fría y abrir la caliente y repetir el ciclo, siempre fuera de control. O sea, hay ciclos largos de demora entre lo que hacemos y los resultados, especialmente en materia de comportamientos sociales y biológicos. Cerrar por un día los shoppings y esperar que mañana baje el número de enfermos en el CTI es lo mismo que no saber regular el agua de la ducha. Tenemos que forzosamente confiar en las proyecciones y actuar antes, sabiendo que los resultados llegan más tarde. El GACH, el GUIAD y otros vienen avisando hace tiempo, con la precisión de un GPS, que viene un ejercito tirando tiros en nuestra dirección. ¿Vamos a esperarlo sentados en el parque? ¿O nos ponemos un chaleco antibalas?
4. El chaleco antibalas. Cómo entender la protección de las vacunas
Creo que una buena manera de entender cómo las vacunas nos protegen es pensar en un chaleco antibalas, que está probado que protege del 78% de los tiros. ¿Qué quiere decir esto? No quiere decir que cada bala entra solo un 22% dentro del cuerpo. Quiere decir que si nos tiran cien balas existe la posibilidad de que 78 no lleguen a traspasar el chaleco. O sea que si nos ponemos ese chaleco, y tenemos la desgracia de recibir un tiro, lo más probable es que no pase de un mal momento. Si, por andar con el chaleco puesto, nos sentimos confiados de entrar en una balacera y nos tiran cien balas, tengan la seguridad que nos van a entrar unas cuantas (un promedio de 22 para ser mas exactos). O sea: la vacuna nos protege de los tiros que son los virus que pueden entrarnos. Si todos los días respiramos muchos virus, algunos nos van a enfermar. Pero si tenemos una exposición ocasional y limitada, nos protege muy bien. Por eso no es prudente vacunarse y salir corriendo a cantar y bailar sin preocupación, Todavía hay muchos tiros en las nasofaringes de muchos de los que nos encontramos, esperando para infectarnos.
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