¡Hey! ¿Qué haces ahí?
Por Baltasar Aguilar Fleitas
El cuadro que hoy presentamos es una magnífica obra de arte que en su época se transformó en un escándalo. No hay que darle vueltas al asunto: en esta pintura el protagonismo lo tiene una mujer desnuda y esa mujer es una prostituta. Ella concentra la luz del cuadro, todo lo demás es oscuro. Parece una diosa pero no es una diosa. Mira al espectador directamente y en tono provocativo. Su actitud prescinde de lo que piense el observador: es como si dijera: “y qué…¿soy yo la que tengo que dar explicaciones?” O sea, estamos ante una mujer virtuosa: no le interesa el qué dirán.
El espectador de este cuadro eres tú, yo o cualquier otro observador, que nos hemos convertido en curiosos mirones o clientes. Si, así es: por ese sólo hecho, observar el cuadro, estamos dentro del cuadro. Estamos en la puerta o dentro de la habitación de la prostituta. Nuestra presencia en ese lugar es inevitable porque así lo determina la maestría del artista, el pintor francés Edouard Manet. En Las meninas, de Velázquez, sucede algo parecido: tenemos la sensación de entrar a ese aposento donde está Velázquez pintando. Pero hay una diferencia: al fondo de Las meninas hay un espejo que refleja a los visitantes y allí no estamos, está la pareja real. Es como si Velázquez nos alertara: ¡Alto! ¡tú mira de afuera! Monet, en cambio, no pone espejos. Estamos frente a frente con el personaje y la mujer nos mira. Solo atina a taparse el pubis con la mano izquierda. ¿Qué hacemos allí? ¿Somos acaso nosotros los que le hemos obsequiado esas flores que le entrega la mujer negra en agradecimiento a sus servicios? ¿O son un regalo de otro cliente satisfecho? Me fascina este juego de Manet, es una forma poética de provocar a nuestra moral.
Hay varios elementos del cuadro que indican que Olympia es una prostituta. La pieza está cerrada y la cama desordenada, tiene una cinta negra y una perla en el cuello, una orquídea -flor de la sensualidad- en el pelo, una zapatilla de tacón y un brazalete. Nada de esto es atuendo de diosas.Todo lo que se ve pone de relieve su desnudez.
Al mirar este cuadro -y permítaseme la referencia personal, siempre odiosa-, me es inevitable recordar a Las joyas (1857), ese poema magistral de Baudelaire que los muchachos escuchábamos extasiados en el liceo de San José en la voz pausada y elocuente del Prof. Héctor Almada mientras paseaba toda su breve, distinguida y humilde negrura por el salón de clase:
“Así ella estaba, acostada, y dejándose amar, Y desde lo alto del diván sonreía complacida A mi amor profundo y dulce como el mar, Que hasta ella subía como hacia su acantilado Los ojos fijos en mí, cual un tigre domado, Con un aire vago y soñador ella ensayaba poses, Y el candor unido a la lubricidad Daba un encanto nuevo a sus metamorfosis”(1)
Brutal.
Olympia es considerado como el primer desnudo de una mujer moderna, de la vida real y concreta. Hasta ese momento los desnudos femeninos en el arte pertenecieron a personajes mitológicos, divinos o legendarios. Como ya dijimos, esta mujer no es ninguna diosa, no es Venus ni Afrodita ni Perséfone. Es una prostituta parisina representada por Victorine Meurent, modelo y pintora, amiga de Manet y que éste la pintó en otro cuadro escandaloso llamado Almuerzo sobre la hierba. La reacción de la mayoría, incluidos los que gustaban escaparse a los prostíbulos, fue de ira y pretendieron destruir la obra a bastonazos. Ya sabemos que en materia de sexo la hipocresía es más potente que la lujuria y el erotismo. Solo un grupo reducido de notables, entre los que se encontraba el escritor Émile Zola, defendió a Manet. La obra fue calificada por los críticos de "ramera manida", "hembra gorila" y otros epítetos. Tacharon a Manet de ser un provocador dedicado a lanzar insultos a la moral del momento.
Olympia es una pintura al óleo realizada por el pintor francés Édouard Manet en 1863. Mide 130,5 cm de altura y 190 cm de ancho. Está en el Musée d’Orsay de Paris.
Si te quedan dudas sobre si has entrado o no a la habitación, ve al extremo derecho de la cama y agranda la imagen. Allí, en medio de la negrura, hay un gato que levanta la cola y arquea el lomo al verte.
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1- Charles Baudelaire. Las flores del mal. 1857.
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