Todos podemos huertear. De huertos urbanos, hortalizas, frutos, flores y muchos "caramelos"
Actualizado: 2 oct 2021
Entrevista de Viviana Misurraco a Alicia Artigas, arquitecta y huertera.
Qué los hay cada vez más y como en todas las ciudades del mundo, también en Montevideo. Los hay comunitarios, familiares, en baldíos, vías de tren abandonadas, azoteas, terrazas y balcones, paredes y hasta en pequeñas ventanas.
Todos siembran y cosechan de acuerdo al tamaño y la osadía del huertero, pero hoy hablamos solo de los "caramelos". La yapa.
A cinco días de declarada la emergencia sanitaria y el confinamiento voluntario, el 18 de marzo, se formó el grupo de WhatsApp "Todos podemos huertear". A las tres horas de formado tenía ochenta participantes, variopintos montevideanos, de otros departamentos y hasta del exterior, solo unos diez nos conocíamos previamente.
Hoy somos unos sesenta, algunos entran y salen, otros hablan poco o nada, otros más, como en todos los grupos.
Nos pasamos piques, nos pasamos experiencias de las buenas y las fallidas. Nos pasamos semillas y plantines y solo hablamos de plantas, o eso parece.
Todos nos llevamos de esta experiencia en medio de la pandemia un caramelo diferente.
Hoy, la arquitecta Alicia Artigas, una de las huerteras fundadoras nos cuenta más.
- ¿Cómo te integraste al grupo?
- Me integré al grupo unos días después de la pandemia, a través de Viviana, con quien compartimos otro grupo de Whatsapp. En esos días yo me sentía un poco sobrecargada de información -de pandemia y de política- y este grupo fue como una salida al aire libre. En un principio, cuando empezó la pandemia, pensé que el futuro sería muy complicado, con una crisis social y económica brutal por delante. Incluso personalmente, puedo quedar sin trabajo en poco tiempo. Entonces pensé en retomar el cultivo en macetas, como estrategia de salida para al menos poder cultivar algo de comestibles en casa. Siempre pensé que es una forma de asegurar algunos insumos básicos. Es cierto que una huerta no resuelve la alimentación en la crisis, pero es lo que está a mi alcance, y hago algo al respecto. Puede que sea solo una tranquilidad mental y no real. Me fascina ver crecer plantas y comer lo que producen. Es una experiencia maravillosa.
- ¿Por qué te interesa estar en este grupo?
- Me gustaría saber cultivar y cosechar comestibles, según la época del año: cuándo sembrar, cuándo trasplantar y cosechar; saber cada paso, según qué planta sea. El grupo me pareció súper interesante, y variado. Hay algunos que saben mucho, y los demás somos más bien entusiastas. Más allá de los conocimientos sobre el tema, es un grupo muy diverso. Hay personas de distintos barrios y profesiones, de otros países, y lo que tienen en común además de la huerta, es la generosidad. Cuando hay una pregunta, siempre responden varios en forma generosa y desinteresada. Es un lindo grupo, me atrevería a decir que es reconfortante. Quizás lo que tenemos en común es el optimismo. El hecho de plantar una semilla y ver que sale algo, y después está en el plato es toda una enseñanza de vida. No sólo se comparte lo visible, también esperanza, optimismo, solidaridad y apoyo mutuo.
-¿Qué esperas de esta experiencia?
-¡Espero aprender! Lo único que he plantado para comer, ha sido tomates y algunas hierbas aromáticas. Las plantas que tengo son sobrevivientes, las que sobreviven a mi distracción. Espero aprender de mis compañeros de grupo cómo cultivar comestibles y, para mí misma, espero aprender a ser más constante. En el futuro me gustaría tener una huerta comunitaria en el barrio.
¿Qué otras cosas no esperadas has recibido?
He recibido algunas sorpresas. Somos muchas personas, muy diversas, que estamos lejos, pero cerca; personalmente he visto menos de cinco de los integrantes. Sin embargo, aunque no nos vemos, el trato es amable, amistoso y cordial. A nadie le importa qué religión tiene el otro, ni qué vota, ni cómo se gana la vida. Ninguno trata de vender nada ni sacar ningún provecho. Es una relación horizontal, más allá de las diferencias de conocimientos sobre el tema específico, una especie de comunidad solidaria con un tema común: la huerta. Creo que es una experiencia valiosa, a otro nivel más alto: compartir semillas y saberes, sin prejuicio alguno.
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