Un pelado cualquiera y una Malla Oro de verdad
Actualizado: 2 ago 2022
Recibimos y publicamos
Hace unas noches esperaba mi turno para comprar la cena en una "gran superficie". Delante mio había un individuo de mediana edad, totalmente calvo, enfundado en una gabardina azul, escondido detrás de un enorme tapaboca.
Mientras yo no me decidía entre el pastel de carne o las milanesas, el pelado empezó a ponerse impertinente con la empleada que lo estaba atendiendo (qué se yo, se habría terminado el salmón o alguna tragedia de ese tipo). Se posicionaba como su patrón, como el malla oro que tenía la llave del derrame, premio que le llegaría solo si se portaba bien, cerraba el pico y agachaba la cabeza.
La empleada le hablaba educadamente, con voz suave y firme.
- Señor, yo no tengo porqué aguantar que usted me esté hablando así.
- ... ... ... (el pelado balbuceó algo a través del tapaboca que me resultó inaudible).
- Lo estoy atendiendo con buenos modales.
Ante ese atrevimiento, el pelado se acercó y le susurró (esto lo oí porque paré bien la oreja):
- Voy a hablar con el gerente.
- Vaya a hablar con el gerente, señor. ¿Y yo con quién puedo hablar?
Estuve a punto de decir: "¡están bravos los malla oro esta noche!". Pero ni a eso me animé. Aunque no tengo un empleo tan precario y mal pago como el de una empleada de "gran superficie".
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